En este artículo trataré de precisar y explicar el concepto de la gestión del riesgo agrícola, con mayor énfasis en los efectos del riesgo meteorológico sobre la producción agrícola y un repaso rápido de la gestión de los riesgos de mercado para productos agrícolas. Concluiré con un comentario rápido acerca del seguro agrario. Esta última innovación metodológica fue capitalizada por el gobierno boliviano en un proyecto de ley nacional, y fue premiada internacionalmente por AGRITERRA como una experiencia relevante de desarrollo rural en el tercer mundo.
1. El ambiente de riesgos del altiplano norte
La agricultura del altiplano norte, región que comprende 17 municipios del departamento de La
Paz en Bolivia, es una actividad condicionada por diferentes incertidumbres. En condiciones climáticas donde parece impensable la producción agrícola, las familias que residen en el lugar practican esta actividad de manera tradicional y logran en conjunto, una producción importante para contribuir de una manera muy importante a la alimentación de la población rural y urbana, en especial para el segmento que cuenta con menores ingresos. Dos características importantes de la región del altiplano norte son:
a) la cercanía al Lago Titicaca, lo que produce un efecto termoregulador en los territorios vecinos, y
b) la relación y vinculación comercial con el área urbana de La Paz y El Alto, que cuenta con una población conjunta de cerca de dos millones de personas.
Los productores del altiplano norte enfrentan varias limitaciones, como el minifundio, la elevada amenaza meteorológica, la fragilidad de la fertilidad de los suelos y el escaso acceso a conocimiento y tecnologías occidentales acordes con su realidad agroecológica. A estas limitaciones se añaden los frecuentes desastres naturales que reducen drásticamente los rendimientos agrícolas y fuerzan al gobierno central, regional o local a tomar medidas de ayuda humanitaria, en el entendido de que los productores del altiplano norte tienen pocos medios para enfrentar las adversidades y carecen de capacidad financiera suficiente para lograr el re-establecimiento de un nuevo ciclo agrícola. Sin embargo, por otro lado, se observa la existencia de un conocimiento tradicional arraigado en varios productores, quienes logran producir suficientes alimentos incluso en años donde la mayoría pierde, y por lo tanto, son menos vulnerables que otros. El éxito de estos productores frecuentemente es enmascarado por las decisiones comunitarias de clamar por ayuda de emergencia bajo el principio de “ayuda para todos por igual”, una actitud muy difundida en la región andina.
Por estos motivos, es necesario procurar profundizar en la comprensión de los riesgos agrícolas en el altiplano norte y la manera en que son encarados por los productores exitosos, ya que eso permitirá encontrar caminos hacia la construcción de un sistema local de gestión del riesgo agrícola.
Las evidencias que se observan en la producción agrícola muestran la existencia de dos tipos de riesgos mayores que enfrentan los productores del altiplano norte: los riesgos de producción y los riesgos de mercado. Estos a su vez pueden ser sistemáticos o idiosincráticos. Los riesgos sistemáticos son aquellos que afectan al mismo tiempo a un número grande de productores en una región o zona, mientras que los riesgos idiosincráticos son riesgos específicos que confronta algún productor. La posibilidad de inundación de la zona baja de una microcuenca puede considerarse un riesgo sistemático, mientras que la erosión del suelo en canales para una ladera, puede ser un riesgo idiosincrático si afecta solamente la parcela de un productor.
No obstante este intento por clasificar los riesgos, la diversidad de sitios con sus propias especificidades climatológicas, condiciones de cultivo, características de la tenencia de la tierra, disponibilidad de mano de obra familiar y extra-familiar, y la estructura de los mercados muestran que no existe un ambiente de riesgo típico para una familia de productores, pudiendo éstos variar considerablemente año tras año.
En las condiciones de secano de la mayor parte de los sitios de producción del altiplano norte, la cantidad y distribución temporal de las lluvias es de lejos el riesgo de producción dominante, reflejándose en periodos de sequía, inundaciones de corta duración y granizadas. El carácter bimodal de la distribución temporal de las lluvias en el altiplano norte puede presentar picos marcados provocando pérdidas parciales o totales de la producción al no coincidir con los requerimientos hídricos de los cultivos. Tanto el stress por deficiencia hídrica como los daños por anegamiento de las raíces y falta de oxigenación influyen en reducciones de los rendimientos. Los cultivos suelen soportar diferentes niveles de stress hídrico y recuperarse después así sea parcialmente, pero cuando se alcanza el punto de marchitez permanente después de varias semanas sin lluvias, la pérdida de la cosecha es inminente. En cambio, los daños a los cultivos provocados por la saturación de humedad del suelo pueden ocurrir más rápidamente, en cuestión de menos de una semana, no solamente por los daños fisiológicos a las raíces, sino también por la acción de microorganismos oportunistas en el suelo que infestan rápidamente las raíces y tubérculos de la papa. El riesgo de heladas es también importante, pudiendo en algunos años provocar daños sistemáticos a la producción en zonas enteras, debido a una eliminación casi total de los órganos fotosintéticos de los cultivos por el congelamiento de los órganos verdes.
Cuando los riesgos de producción no afectan a las cosechas, y por lo tanto se obtiene buena producción, se presentan casi invariablemente los riesgos de mercado con una baja en los precios, que suele prolongarse algunos meses después de las cosechas. Dado que la demanda por los productos agrícolas del altiplano norte es inelástica, los cambios en la oferta que ocurren cada año influyen fuertemente en la variación estacional de los precios. La importancia de los riesgos de mercado depende del grado de exposición de los productores a las fuerzas del mercado, así como de las instituciones mercantiles existentes. En el mercado, los intermediarios y comerciantes de los productos agrícolas del altiplano normalmente tienen un mayor poder de negociación que los productores. En varias zonas circunlacustres, las relaciones de mercado involucran el comercio internacional de pequeña escala con productores peruanos, quienes con frecuencia ofrecen precios ligeramente mejores que los comerciantes bolivianos. Por lo tanto, los riesgos de mercado afectan prácticamente a todos los productores del altiplano norte que venden o practican el trueque de productos.
Existe una serie de recursos al alcance del productor del altiplano norte para manejar y reducir los riesgos en su predio productivo familiar. Ante la presencia de alguna amenaza a la producción, generalmente se distingue entre las estrategias para la reducción de riesgos que practica el productor ex ante, de las estrategias de mitigación de daños que adopta ex post.
Para el manejo de los riesgos de producción en sus parcelas, el productor normalmente recurre a la observación de su entorno ambiental, lo que le permite hacerse una idea de las posibles condiciones meteorológicas que ocurrirán durante el año. Dependiendo del grado de precisión con que pueda correlacionar determinados indicadores ambientales con la realización oportuna o no de las condiciones meteorológicas para los cultivos, podrá tomar decisiones adecuadas en la preparación de los terrenos de cultivo, la selección de cultivos y variedades, las mejores épocas de siembra y sobre las medidas de manejo de los cultivos. Generalmente ocurre que a mayor riesgo de la producción, el productor está forzado a invertir más trabajo en el cuidado de los cultivos, teniendo que trabajar inclusive en horas nocturnas. También se observa que existen muchas diferencias entre distintos productores respecto del tipo de indicadores a los que recurren para la predicción del comportamiento del tiempo, la precisión de los mismos, la manera en que toman decisiones productivas, la eficiencia de estas decisiones y su oportunidad. Los productores que realizan estas actividades de manera más organizada y que cuentan con suficiente mano de obra familiar tienden a ser más exitosos.
Los denominados bioindicadores abarcan un conjunto de observaciones sobre la flora, fauna y astros del cielo, así como la manera en que se desencadenan algunos ritos. La observación del crecimiento y desarrollo de la flora nativa se puede asociar a la ecofisiología vegetal, mientras que las observaciones sobre el comportamiento de la fauna tienen que ver con la etología animal. Se puede postular que tanto la flora como la fauna local fueron evolucionando en el tiempo, adaptando sus mecanismos evolutivos a las condiciones ambientales, de manera que la información genética de los individuos más aptos para competir en las condiciones del altiplano norte fue fijada en los diferentes ecotipos, condicionando las respuestas fenológicas o etológicas precisas y oportunas ante la posible presencia o ausencia de fenómenos meteorológicos de riesgo. Por esta razón, ciertas especies de aves desarrollaron un mecanismo preciso para la predicción de crecidas del lago y construyen su nido exactamente unos pocos milímetros por encima del nivel máximo al que llegará el espejo de agua, o ciertas especies de flora local adelantan la producción de semillas viables poco antes de la llegada de las heladas. Si alguno de estos mecanismos fallara, quiere decir que la especie no está suficientemente adaptada al lugar y tenderá a extinguirse. El hecho de que exista flora y fauna cuyas reacciones al ambiente local son observadas por el productor para planear sus decisiones productivas, es el equivalente a contar con una red de estaciones meteorológicas y un sistema de pronóstico agrometeorológico local. En este caso, los sensores electrónicos son reemplazados por sensores naturales, y las observaciones no se miden en escalas numéricas de temperatura, precipitación, presión atmosférica o humedad atmosférica, sino en escalas categóricas que buscan clasificar la presencia/ausencia o el vigor y la fortaleza con que se presentan determinadas etapas fenológicas en alguna especie indicadora. Inclusive las observaciones de los astros tienen una base científica que se puede explorar en los fenómenos atmosféricos como el contenido de humedad atmosférica en determinados momentos del año, que hace más o menos visibles ciertas estrellas -a mayor humedad atmosférica en los meses de invierno, ciertas estrellas son menos visibles en la noche-, lo que luego se correlaciona con el tipo de año agrícola esperado.
Entre las estrategias para enfrentar el riesgo agrícola, la familia puede decidir por el tipo de cultivo a sembrar. Por ejemplo las variedades de papa amarga son preferidas cuando se esperan fuertes heladas durante el año agrícola, o se dispone de terrenos más expuestos a las heladas. Si bien este tipo de papa no es consumido como producto fresco, es ideal para la fabricación de chuño, que además puede ser almacenado durante varios años sin perder sus características nutricionales y alimentarias.
A menudo se afirma que los pequeños productores tienen aversión al riesgo, lo que los impulsa a diversificar su producción. En las condiciones del altiplano norte la diversificación agrícola está limitada por los factores climáticos, ya que el período libre de heladas es demasiado corto. No obstante, la aversión al riesgo de los productores del altiplano norte, los incentiva a adoptar estrategias de reducción de riesgos, es decir a tomar medidas preventivas ex ante a fin de asegurar una corriente de ingresos más estable durante el año. Sin embargo, las estrategias ex ante suelen demandar mucha inversión de trabajo y no siempre son asumidas por todos los productores. Por ejemplo, la rehabilitación de suka kollus en las planicies donde existen humedales naturales permite reducir al mismo tiempo varios riesgos de producción, pero la inversión requerida es elevada, ya sea en mano de obra o en el alquiler de maquinaria agrícola, por lo tanto no está al alcance de todos. Otras medidas ex ante están asociadas a la diversificación de prácticas agrícolas, pecuarias, artesanales y comerciales, así como al empleo de la mano de obra disponible durante el período no agrícola, que puede prolongarse casi la mitad del año calendario.
Un productor puede decidir entre un conjunto de medidas ex ante tendientes a reducir la varianza del riesgo agrícola. Sin embargo dichas medidas pueden incrementar los costos de producción y/o reducir la corriente de ingresos, de manera que su decisión radica en cuánto de su ingreso futuro está dispuesto a sacrificar a fin de asegurar en promedio una corriente de ingresos menor, pero menos riesgosa. Estos ingresos no se encuentran monetizados necesariamente, aplicándose el mismo análisis al producto físico, especialmente en casos en que el productor produce pequeños excedentes para el mercado. El productor también tiene que decidir la ejecución de medidas ex post, en especial en años en que su proceso de toma de decisiones ex ante lo expuso a amenazas naturales, o cuando éstas se presentaron de manera drástica, sobrepasando sus previsiones. En varias oportunidades se ha constatado que algunos productores del altiplano norte toman decisiones de mitigación de daños acertadas y oportunas, logrando revertir los daños casi en su totalidad.
Como resultado, se observa que algunos productores ganan el doble -mayor cantidad de producción y mejores precios de las cosechas-, por una adecuada gestión del riesgo agrícola en años en que se presentan desastres naturales que afectan a los demás.
4. Manejo de riesgos en la comunidad
La necesidad de enfrentar el riesgo agrícola afecta las interacciones comunales y las costumbres socioculturales. La gestión productiva de las tierras comunitarias todavía existentes en el altiplano norte, los intercambios de productos, insumos y mano de obra basados en reglas de reciprocidad y las formas tradicionales de ahorro y financiamiento de la producción, son mecanismos comunitarios que ayudan a las familias de productores a enfrentar las adversidades en la producción agrícola, coadyuvando a las estrategias que emplean a nivel del predio familiar.
En las comunidades del altiplano norte, los productores se conocen muy bien unos a otros y cuentan con organizaciones sociales bien estructuradas. Por lo tanto, suele ser más factible que lleguen a acuerdos sobre diferentes acciones comunitarias para prevenir riesgos o mitigar daños, en especial cuando éstos son muy evidentes. Normalmente, los acuerdos comunitarios tienen fuerza y son de cumplimiento obligatorio, contemplando sanciones como multas en especie o efectivo para quienes los incumplan. No obstante, introducir nuevas medidas de prevención de daños suele ser complicado hasta para las organizaciones sociales más cohesionadas debido a que la gente no está acostumbrada a invertir en actividades nuevas, aunque el beneficio de hacerlo sea elevado.
Es necesario que algunos líderes productivos prueben primero individualmente las nuevas prácticas y las difundan activamente en la comunidad para que la gente empiece a involucrarse y rompan la inercia inicial. A veces esto puede estar asociado a la necesidad de una intervención externa, otras puede ser explicado por la existencia de información incompleta, pero la causa más evidente parece ser la actitud de resistencia al cambio que muestran los productores del altiplano norte.
En las comunidades donde se presenta mayores niveles de estraficación socioeconómica, se encontró evidencia de que no existe necesariamente una correlación entre nivel de ingresos y la gestión de riesgos. A veces la estratificación socioeconómica se debe más a factores exógenos, como las remesas que envían a las familias los parientes que migraron, tanto a otras regiones del país, como al exterior; o al éxito económico en algún negocio emprendido en el área urbana. Sin embargo, sí es posible postular la existencia de una correlación positiva entre familias que procuran alimentarse adecuadamente y que priorizan el acceso a la educación, con una buena gestión del riesgo agrícola.
A medida que los recursos de propiedad comunitaria van declinando en las comunidades del altiplano norte, se puede constatar que los arreglos colectivos tradicionales empiezan a debilitarse y generan menores oportunidades para la implementación de una gestión comunal de riesgos. Los procesos de migración temporal también pueden influir negativamente en los intentos de establecer una gestión comunal de riesgos.
5. Riesgos de producción y cambio tecnológico
El cambio tecnológico experimentado por las comunidades del altiplano norte durante el último medio siglo ha provocado la aparición de zonas especializadas en ganadería lechera y la producción de forrajes, así como nichos específicos para la producción de cultivos como la papa, cereales andinos y leguminosas alimentarias de grano. Si bien en términos generales, el cambio tecnológico ha incidido positivamente en la generación de mayores ingresos para los productores, también éstos perciben que se han profundizado vulnerabilidades específicas a través de la especialización productiva, en especial cuando esta especialización ha dado lugar a prácticas de monocultivo y otras que presionan sobre la fertilidad de la tierra.
En el caso del cultivo de la papa, la amplia difusión de dos variedades destinadas al mercado, la “huaycha paceña” y la “imilla negra”, ha puesto en riesgo de largo plazo la diversidad de una cantidad importante de variedades locales, con lo que muchas comunidades productoras de papa se sienten ahora menos rescilentes a la amenaza meteorológica que las generaciones anteriores. Las variedades mejoradas de papa son más susceptibles al stress hídrico y al ataque de plagas como el gorgojo de los andes, además son más exigentes en cuanto a la fertilidad del suelo y a prácticas de manejo del cultivo. A pesar de estas percepciones, es necesario realizar estudios más precisos para poder afirmar con certeza que el cambio tecnológico en general y el empleo de variedades mejoradas en especial sean responsables de tener ahora una producción agrícola más riesgosa que en el pasado. Un argumento que podría dar nuevas luces al respecto radica en un experimento bifactorial conducido por PROSUKO (Programa de Suka Kollus): se probó que la siembra de semilla certificada en suka kollus rendía más que la semilla del productor en suka kollus o que la semilla certificada en condiciones de pampa. Esto sugiere que un cambio tecnológico que combine adecuadamente tecnologías tradicionales con tecnologías modernas puede ser más viable. En todo caso, el productor suele estar más interesado en los rendimientos o mejora de sus retornos netos que en el tipo de semilla empleado, o en el tipo y origen de las diferentes tecnologías a su alcance.
Probablemente, un acercamiento más pragmático a la relación entre cambio tecnológico y la gestión de riesgos a nivel predial sea el de analizar sus implicaciones caso por caso. En este sentido tal vez sería prudente establecer donde se cumplen las siguientes tipologías:
a) casos en que la tecnología mejorada supera a la tecnología tradicional,
b) casos en que la tecnología tradicional responde mejor,
c) casos en que no existen diferencias notables, y
d) casos en que ambos tipos de tecnologías actúan sinérgicamente.
Un aspecto crítico a averiguar es si los productores tienen conocimiento pleno del uso de las tecnologías tradicionales y/o mejoradas y si pueden decidir correctamente sobre su empleo, considerando las características específicas de sus predios. Es posible que una gran parte de los problemas de deterioro de los recursos naturales del altiplano norte se deba más al empleo incorrecto de tecnologías, que a las características de las tecnologías en sí.
El cambio tecnológico también puede incidir en la gestión comunal de riesgos mediante la implementación de servicios de información meteorológica. Las estaciones meteorológicas automatizadas que cuentan con interfase a sistemas de información geográfica, a imágenes satelitales, y que emplean modelos numéricos atmosféricos sofisticados para la predicción de corto plazo de las condiciones agrometeorológicas más probables, podrían constituirse en una herramienta importante de la gestión comunal de riesgos. Sin embargo, el elevado costo de este tipo de tecnologías provoca que estos instrumentos estén ausentes en la mayor parte del altiplano norte.
Nuevamente, la posibilidad de procesar estadísticamente la información de los bioindicadores, llegando a construir una interfase con un sistema de información geográfica, podría ser una salida más pragmática y de bajo costo para las condiciones del altiplano norte. Esto plantea algunos desafíos:
a) Contar con varios observadores locales de bioindicadores con puntos de observación ubicados adecuadamente en el territorio de la comunidad, de manera de poder generar series de datos temporal y espacialmente distribuidos, que faciliten la implementación de modelos geográficos.
b) Determinar correlaciones significativas entre los pronósticos de bioindicadores específicos y el comportamiento real de las condiciones agrometeorológicas.
c) Seleccionar y priorizar los bioindicadores por características deseables, como la precisión de las observaciones, su rango de variación, su facilidad de medición, etc.
d) Generar modelos numéricos espaciales empleando los mejores bioindicadores y proceder a su validación en otras comunidades, con diferentes tipos de suelos, topografía y condiciones de humedad.
Se espera que el uso de mapas en la gestión comunal de riesgos apoye el proceso de planificación y de toma de decisiones de las organizaciones comunitarias, considerando las especificidades agrológicas de los sitios de producción y las condiciones meteorológicas esperadas para el año agrícola.
6. Gestión de los riesgos de mercado
La apertura comercial de Bolivia y de las regiones en el país, influye fuertemente en la volatilidad de los precios de los productos agrícolas del altiplano norte. Por ejemplo, los precios de la papa fresca y de sus derivados deshidratados -chuño y tunta- en La Paz, están relacionados con los precios de estos productos en el mercado peruano de la sierra y en los valles de Bolivia, siendo muy frecuente encontrar alimentos de origen peruano o cochabambino en los mercados mayoristas y minoristas de La Paz y el Alto. El gobierno nacional y departamental no maneja políticas de soporte de precios, permitiendo que la demanda y la oferta libre regulen los niveles de precios de los productos agrícolas, que además son introducidos sin control al país, por lo que sus fluctuaciones dependen más de los volúmenes cosechados tanto en las diferentes regiones de Bolivia como en los países vecinos.
Los productores del altiplano norte cuentan con varios mecanismos tradicionales para enfrentar los riesgos de mercado. Por ejemplo, cuando existe un exceso de cosecha de papa, tienden a elaborar una mayor cantidad de chuño o tunta que puede ser almacenada para ser vendida cuando los precios mejoren, o para vender pequeñas cantidades de productos durante el año, generando una corriente permanente de ingresos para satisfacer las necesidades cotidianas de los productores. Asimismo, muchos productores poseen un capital social que involucra a comerciantes mayoristas y minoristas, de manera que amplían su poder de negociación de precios a cambio de ofrecerles una fidelidad de más largo plazo en la oferta de productos. Algunas comunidades todavía practican relaciones comerciales basadas en el trueque de productos, las cuales son menos afectadas por las variaciones de precios. Por el lado de las microfinanzas, existen varios mecanismos que podrían adecuarse a las necesidades de los productores del altiplano norte, existiendo muchas oportunidades para la innovación microfinanciera.
La agricultura de contrato se adecua a la producción de granos andinos y probablemente a la producción de papa para chuño y/o tunta. Se necesita involucrar a un procesador que provea semillas y asistencia técnica, mientras que los productores proveen la tierra y el trabajo para el cuidado de los cultivos. Las especificaciones contractuales de la agricultura de contrato son flexibles y normalmente se acuerda la adquisición del producto por parte del procesador a un precio predeterminado. En el sector lechero del altiplano norte, se cuenta con una larga experiencia en este tipo de contratos para la comercialización de leche fresca. En los mercados de futuros, se suscriben contratos entre un comprador y un productor en los que se acuerda anticipadamente un precio predeterminado para el producto, en base a las expectativas de ambos, de manera que se procura revertir la incertidumbre de precios al momento de la cosecha. La aplicación de estas innovaciones podría mejorar con la presencia de productores, transformadores, acopiadores y comerciantes mayoristas y minoristas en plataformas de coordinación y de promoción de productos andinos.
7. El seguro agrario en el altiplano norte
El altiplano norte es una región que no ha sido beneficiada con servicios de seguro agrario privado, debido a los elevados costos operativos de los sistemas convencionales, que no logran adecuarse a las características de los productores (la finca del productor es demasiado pequeña y diversificada, por lo que los costos de transacción son elevados) y por las dificultades que encontraron diferentes entidades microfinancieras en la región (el altiplano boliviano se caracteriza por una elevada conflictividad social que genera fallos institucionales e incertidumbre para las entidades microfinancieras, dificultando una cobertura adecuada de servicios). Por este motivo, el seguro agrario para el altiplano norte es concebido como un instrumento que busca transferir la parte incontrolable de los riesgos de la producción agrícola a los mercados financieros, mediante el pago de una prima, como parte de una gestión de riesgos agrícolas que también involucra medidas y prácticas en el ámbito no financiero. Por lo tanto, la propuesta de implementar seguro agrario es parte de un sistema de gestión de riesgos más amplio, bajo un enfoque integral, en el que el seguro se constituye en una reserva financiera para indemnizar a los productores por pérdidas de cosechas provocadas por amenazas naturales que sobrepasan su capacidad de respuesta.
Es deseable que el seguro agrario esté combinado con otros servicios microfinancieros al productor, de manera que los riesgos financieros estén mejor distribuidos. La construcción de una propuesta de seguro agrario para el altiplano norte plantea el desafío de operar más en la prevención de daños -pagando primas ex ante, y mucho menos en acciones ex post, lo que presenta un potencial para fortalecer procesos sostenibles de desarrollo rural. Sin embargo, esta perspectiva plantea el desafío de diseñar una propuesta de seguro agrario que incorpore incentivos para minimizar el riesgo moral e incrementar la productividad por parte de los productores.
La institucionalización de un seguro agrario con las características descritas tiene además un potencial interesante para regular y canalizar la ayuda de emergencia gubernamental o internacional en años que se presentan desastres naturales muy severos, evitando costos de transacción demasiado elevados, corrupción o la presencia de polizones. En general, se puede postular que el seguro agrario del altiplano norte debería operar en base a arreglos contractuales privados para cubrir riesgos normales de producción y mercado, contando con el sector público como último recurso, solo para los casos en que la magnitud de los desastres naturales sobrepase la capacidad de actuación del sector privado. Viendo la necesidad de aplicar tecnologías de seguros de más bajo costo de operación que el seguro convencional, se ha trabajado en un diseño que opera en base a la actuación de líderes productivos locales activos en varias comunidades del altiplano norte. Estos actores locales, los yapuchiris, tienen la ventaja de compatibilizar su presencia con criterios socioculturales de fuerte arraigo en la región del altiplano norte, y generan los incentivos necesarios para empujar la productividad hacia delante. Este diseño se ha denominado seguro agrario por el método de la parcela testigo y tiene las siguientes ventajas:
a) costos accesibles, porque es operado por los líderes productivos locales (el yapuchiri testigo y el yapuchiri perito);
b) incentiva el cambio tecnológico, porque el yapuchiri testigo exhibe una tecnología intermedia en la producción de la parcela testigo que puede ser adoptada por los productores en la zona homogénea donde se ubica la parcela testigo, y
c) reduce el riesgo moral a un nivel aceptable, debido a una articulación de roles de actores que proveen diferentes niveles de control.