jueves, 25 de marzo de 2010

La Gestión del Riesgo Agrícola en el Altiplano Norte

Resúmen

En este artículo trataré de precisar y explicar el concepto de la gestión del riesgo agrícola, con mayor énfasis en los efectos del riesgo meteorológico sobre la producción agrícola y un repaso rápido de la gestión de los riesgos de mercado para productos agrícolas. Concluiré con un comentario rápido acerca del seguro agrario. Esta última innovación metodológica fue capitalizada por el gobierno boliviano en un proyecto de ley nacional, y fue premiada internacionalmente por AGRITERRA como una experiencia relevante de desarrollo rural en el tercer mundo.


1. El ambiente de riesgos del altiplano norte

La agricultura del altiplano norte, región que comprende 17 municipios del departamento de La

Paz en Bolivia, es una actividad condicionada por diferentes incertidumbres. En condiciones climáticas donde parece impensable la producción agrícola, las familias que residen en el lugar practican esta actividad de manera tradicional y logran en conjunto, una producción importante para contribuir de una manera muy importante a la alimentación de la población rural y urbana, en especial para el segmento que cuenta con menores ingresos. Dos características importantes de la región del altiplano norte son:

a) la cercanía al Lago Titicaca, lo que produce un efecto termoregulador en los territorios vecinos, y

b) la relación y vinculación comercial con el área urbana de La Paz y El Alto, que cuenta con una población conjunta de cerca de dos millones de personas.

Los productores del altiplano norte enfrentan varias limitaciones, como el minifundio, la elevada amenaza meteorológica, la fragilidad de la fertilidad de los suelos y el escaso acceso a conocimiento y tecnologías occidentales acordes con su realidad agroecológica. A estas limitaciones se añaden los frecuentes desastres naturales que reducen drásticamente los rendimientos agrícolas y fuerzan al gobierno central, regional o local a tomar medidas de ayuda humanitaria, en el entendido de que los productores del altiplano norte tienen pocos medios para enfrentar las adversidades y carecen de capacidad financiera suficiente para lograr el re-establecimiento de un nuevo ciclo agrícola. Sin embargo, por otro lado, se observa la existencia de un conocimiento tradicional arraigado en varios productores, quienes logran producir suficientes alimentos incluso en años donde la mayoría pierde, y por lo tanto, son menos vulnerables que otros. El éxito de estos productores frecuentemente es enmascarado por las decisiones comunitarias de clamar por ayuda de emergencia bajo el principio de “ayuda para todos por igual”, una actitud muy difundida en la región andina.

Por estos motivos, es necesario procurar profundizar en la comprensión de los riesgos agrícolas en el altiplano norte y la manera en que son encarados por los productores exitosos, ya que eso permitirá encontrar caminos hacia la construcción de un sistema local de gestión del riesgo agrícola.



2. Tipos de riesgos

Las evidencias que se observan en la producción agrícola muestran la existencia de dos tipos de riesgos mayores que enfrentan los productores del altiplano norte: los riesgos de producción y los riesgos de mercado. Estos a su vez pueden ser sistemáticos o idiosincráticos. Los riesgos sistemáticos son aquellos que afectan al mismo tiempo a un número grande de productores en una región o zona, mientras que los riesgos idiosincráticos son riesgos específicos que confronta algún productor. La posibilidad de inundación de la zona baja de una microcuenca puede considerarse un riesgo sistemático, mientras que la erosión del suelo en canales para una ladera, puede ser un riesgo idiosincrático si afecta solamente la parcela de un productor.

No obstante este intento por clasificar los riesgos, la diversidad de sitios con sus propias especificidades climatológicas, condiciones de cultivo, características de la tenencia de la tierra, disponibilidad de mano de obra familiar y extra-familiar, y la estructura de los mercados muestran que no existe un ambiente de riesgo típico para una familia de productores, pudiendo éstos variar considerablemente año tras año.

En las condiciones de secano de la mayor parte de los sitios de producción del altiplano norte, la cantidad y distribución temporal de las lluvias es de lejos el riesgo de producción dominante, reflejándose en periodos de sequía, inundaciones de corta duración y granizadas. El carácter bimodal de la distribución temporal de las lluvias en el altiplano norte puede presentar picos marcados provocando pérdidas parciales o totales de la producción al no coincidir con los requerimientos hídricos de los cultivos. Tanto el stress por deficiencia hídrica como los daños por anegamiento de las raíces y falta de oxigenación influyen en reducciones de los rendimientos. Los cultivos suelen soportar diferentes niveles de stress hídrico y recuperarse después así sea parcialmente, pero cuando se alcanza el punto de marchitez permanente después de varias semanas sin lluvias, la pérdida de la cosecha es inminente. En cambio, los daños a los cultivos provocados por la saturación de humedad del suelo pueden ocurrir más rápidamente, en cuestión de menos de una semana, no solamente por los daños fisiológicos a las raíces, sino también por la acción de microorganismos oportunistas en el suelo que infestan rápidamente las raíces y tubérculos de la papa. El riesgo de heladas es también importante, pudiendo en algunos años provocar daños sistemáticos a la producción en zonas enteras, debido a una eliminación casi total de los órganos fotosintéticos de los cultivos por el congelamiento de los órganos verdes.

Cuando los riesgos de producción no afectan a las cosechas, y por lo tanto se obtiene buena producción, se presentan casi invariablemente los riesgos de mercado con una baja en los precios, que suele prolongarse algunos meses después de las cosechas. Dado que la demanda por los productos agrícolas del altiplano norte es inelástica, los cambios en la oferta que ocurren cada año influyen fuertemente en la variación estacional de los precios. La importancia de los riesgos de mercado depende del grado de exposición de los productores a las fuerzas del mercado, así como de las instituciones mercantiles existentes. En el mercado, los intermediarios y comerciantes de los productos agrícolas del altiplano normalmente tienen un mayor poder de negociación que los productores. En varias zonas circunlacustres, las relaciones de mercado involucran el comercio internacional de pequeña escala con productores peruanos, quienes con frecuencia ofrecen precios ligeramente mejores que los comerciantes bolivianos. Por lo tanto, los riesgos de mercado afectan prácticamente a todos los productores del altiplano norte que venden o practican el trueque de productos.



3. Manejo de riesgos en la finca

Existe una serie de recursos al alcance del productor del altiplano norte para manejar y reducir los riesgos en su predio productivo familiar. Ante la presencia de alguna amenaza a la producción, generalmente se distingue entre las estrategias para la reducción de riesgos que practica el productor ex ante, de las estrategias de mitigación de daños que adopta ex post.

Para el manejo de los riesgos de producción en sus parcelas, el productor normalmente recurre a la observación de su entorno ambiental, lo que le permite hacerse una idea de las posibles condiciones meteorológicas que ocurrirán durante el año. Dependiendo del grado de precisión con que pueda correlacionar determinados indicadores ambientales con la realización oportuna o no de las condiciones meteorológicas para los cultivos, podrá tomar decisiones adecuadas en la preparación de los terrenos de cultivo, la selección de cultivos y variedades, las mejores épocas de siembra y sobre las medidas de manejo de los cultivos. Generalmente ocurre que a mayor riesgo de la producción, el productor está forzado a invertir más trabajo en el cuidado de los cultivos, teniendo que trabajar inclusive en horas nocturnas. También se observa que existen muchas diferencias entre distintos productores respecto del tipo de indicadores a los que recurren para la predicción del comportamiento del tiempo, la precisión de los mismos, la manera en que toman decisiones productivas, la eficiencia de estas decisiones y su oportunidad. Los productores que realizan estas actividades de manera más organizada y que cuentan con suficiente mano de obra familiar tienden a ser más exitosos.

Los denominados bioindicadores abarcan un conjunto de observaciones sobre la flora, fauna y astros del cielo, así como la manera en que se desencadenan algunos ritos. La observación del crecimiento y desarrollo de la flora nativa se puede asociar a la ecofisiología vegetal, mientras que las observaciones sobre el comportamiento de la fauna tienen que ver con la etología animal. Se puede postular que tanto la flora como la fauna local fueron evolucionando en el tiempo, adaptando sus mecanismos evolutivos a las condiciones ambientales, de manera que la información genética de los individuos más aptos para competir en las condiciones del altiplano norte fue fijada en los diferentes ecotipos, condicionando las respuestas fenológicas o etológicas precisas y oportunas ante la posible presencia o ausencia de fenómenos meteorológicos de riesgo. Por esta razón, ciertas especies de aves desarrollaron un mecanismo preciso para la predicción de crecidas del lago y construyen su nido exactamente unos pocos milímetros por encima del nivel máximo al que llegará el espejo de agua, o ciertas especies de flora local adelantan la producción de semillas viables poco antes de la llegada de las heladas. Si alguno de estos mecanismos fallara, quiere decir que la especie no está suficientemente adaptada al lugar y tenderá a extinguirse. El hecho de que exista flora y fauna cuyas reacciones al ambiente local son observadas por el productor para planear sus decisiones productivas, es el equivalente a contar con una red de estaciones meteorológicas y un sistema de pronóstico agrometeorológico local. En este caso, los sensores electrónicos son reemplazados por sensores naturales, y las observaciones no se miden en escalas numéricas de temperatura, precipitación, presión atmosférica o humedad atmosférica, sino en escalas categóricas que buscan clasificar la presencia/ausencia o el vigor y la fortaleza con que se presentan determinadas etapas fenológicas en alguna especie indicadora. Inclusive las observaciones de los astros tienen una base científica que se puede explorar en los fenómenos atmosféricos como el contenido de humedad atmosférica en determinados momentos del año, que hace más o menos visibles ciertas estrellas -a mayor humedad atmosférica en los meses de invierno, ciertas estrellas son menos visibles en la noche-, lo que luego se correlaciona con el tipo de año agrícola esperado.

Entre las estrategias para enfrentar el riesgo agrícola, la familia puede decidir por el tipo de cultivo a sembrar. Por ejemplo las variedades de papa amarga son preferidas cuando se esperan fuertes heladas durante el año agrícola, o se dispone de terrenos más expuestos a las heladas. Si bien este tipo de papa no es consumido como producto fresco, es ideal para la fabricación de chuño, que además puede ser almacenado durante varios años sin perder sus características nutricionales y alimentarias.

A menudo se afirma que los pequeños productores tienen aversión al riesgo, lo que los impulsa a diversificar su producción. En las condiciones del altiplano norte la diversificación agrícola está limitada por los factores climáticos, ya que el período libre de heladas es demasiado corto. No obstante, la aversión al riesgo de los productores del altiplano norte, los incentiva a adoptar estrategias de reducción de riesgos, es decir a tomar medidas preventivas ex ante a fin de asegurar una corriente de ingresos más estable durante el año. Sin embargo, las estrategias ex ante suelen demandar mucha inversión de trabajo y no siempre son asumidas por todos los productores. Por ejemplo, la rehabilitación de suka kollus en las planicies donde existen humedales naturales permite reducir al mismo tiempo varios riesgos de producción, pero la inversión requerida es elevada, ya sea en mano de obra o en el alquiler de maquinaria agrícola, por lo tanto no está al alcance de todos. Otras medidas ex ante están asociadas a la diversificación de prácticas agrícolas, pecuarias, artesanales y comerciales, así como al empleo de la mano de obra disponible durante el período no agrícola, que puede prolongarse casi la mitad del año calendario.

Un productor puede decidir entre un conjunto de medidas ex ante tendientes a reducir la varianza del riesgo agrícola. Sin embargo dichas medidas pueden incrementar los costos de producción y/o reducir la corriente de ingresos, de manera que su decisión radica en cuánto de su ingreso futuro está dispuesto a sacrificar a fin de asegurar en promedio una corriente de ingresos menor, pero menos riesgosa. Estos ingresos no se encuentran monetizados necesariamente, aplicándose el mismo análisis al producto físico, especialmente en casos en que el productor produce pequeños excedentes para el mercado. El productor también tiene que decidir la ejecución de medidas ex post, en especial en años en que su proceso de toma de decisiones ex ante lo expuso a amenazas naturales, o cuando éstas se presentaron de manera drástica, sobrepasando sus previsiones. En varias oportunidades se ha constatado que algunos productores del altiplano norte toman decisiones de mitigación de daños acertadas y oportunas, logrando revertir los daños casi en su totalidad.

Como resultado, se observa que algunos productores ganan el doble -mayor cantidad de producción y mejores precios de las cosechas-, por una adecuada gestión del riesgo agrícola en años en que se presentan desastres naturales que afectan a los demás.



4. Manejo de riesgos en la comunidad

La necesidad de enfrentar el riesgo agrícola afecta las interacciones comunales y las costumbres socioculturales. La gestión productiva de las tierras comunitarias todavía existentes en el altiplano norte, los intercambios de productos, insumos y mano de obra basados en reglas de reciprocidad y las formas tradicionales de ahorro y financiamiento de la producción, son mecanismos comunitarios que ayudan a las familias de productores a enfrentar las adversidades en la producción agrícola, coadyuvando a las estrategias que emplean a nivel del predio familiar.

En las comunidades del altiplano norte, los productores se conocen muy bien unos a otros y cuentan con organizaciones sociales bien estructuradas. Por lo tanto, suele ser más factible que lleguen a acuerdos sobre diferentes acciones comunitarias para prevenir riesgos o mitigar daños, en especial cuando éstos son muy evidentes. Normalmente, los acuerdos comunitarios tienen fuerza y son de cumplimiento obligatorio, contemplando sanciones como multas en especie o efectivo para quienes los incumplan. No obstante, introducir nuevas medidas de prevención de daños suele ser complicado hasta para las organizaciones sociales más cohesionadas debido a que la gente no está acostumbrada a invertir en actividades nuevas, aunque el beneficio de hacerlo sea elevado.

Es necesario que algunos líderes productivos prueben primero individualmente las nuevas prácticas y las difundan activamente en la comunidad para que la gente empiece a involucrarse y rompan la inercia inicial. A veces esto puede estar asociado a la necesidad de una intervención externa, otras puede ser explicado por la existencia de información incompleta, pero la causa más evidente parece ser la actitud de resistencia al cambio que muestran los productores del altiplano norte.

En las comunidades donde se presenta mayores niveles de estraficación socioeconómica, se encontró evidencia de que no existe necesariamente una correlación entre nivel de ingresos y la gestión de riesgos. A veces la estratificación socioeconómica se debe más a factores exógenos, como las remesas que envían a las familias los parientes que migraron, tanto a otras regiones del país, como al exterior; o al éxito económico en algún negocio emprendido en el área urbana. Sin embargo, sí es posible postular la existencia de una correlación positiva entre familias que procuran alimentarse adecuadamente y que priorizan el acceso a la educación, con una buena gestión del riesgo agrícola.

A medida que los recursos de propiedad comunitaria van declinando en las comunidades del altiplano norte, se puede constatar que los arreglos colectivos tradicionales empiezan a debilitarse y generan menores oportunidades para la implementación de una gestión comunal de riesgos. Los procesos de migración temporal también pueden influir negativamente en los intentos de establecer una gestión comunal de riesgos.

5. Riesgos de producción y cambio tecnológico

El cambio tecnológico experimentado por las comunidades del altiplano norte durante el último medio siglo ha provocado la aparición de zonas especializadas en ganadería lechera y la producción de forrajes, así como nichos específicos para la producción de cultivos como la papa, cereales andinos y leguminosas alimentarias de grano. Si bien en términos generales, el cambio tecnológico ha incidido positivamente en la generación de mayores ingresos para los productores, también éstos perciben que se han profundizado vulnerabilidades específicas a través de la especialización productiva, en especial cuando esta especialización ha dado lugar a prácticas de monocultivo y otras que presionan sobre la fertilidad de la tierra.

En el caso del cultivo de la papa, la amplia difusión de dos variedades destinadas al mercado, la “huaycha paceña” y la “imilla negra”, ha puesto en riesgo de largo plazo la diversidad de una cantidad importante de variedades locales, con lo que muchas comunidades productoras de papa se sienten ahora menos rescilentes a la amenaza meteorológica que las generaciones anteriores. Las variedades mejoradas de papa son más susceptibles al stress hídrico y al ataque de plagas como el gorgojo de los andes, además son más exigentes en cuanto a la fertilidad del suelo y a prácticas de manejo del cultivo. A pesar de estas percepciones, es necesario realizar estudios más precisos para poder afirmar con certeza que el cambio tecnológico en general y el empleo de variedades mejoradas en especial sean responsables de tener ahora una producción agrícola más riesgosa que en el pasado. Un argumento que podría dar nuevas luces al respecto radica en un experimento bifactorial conducido por PROSUKO (Programa de Suka Kollus): se probó que la siembra de semilla certificada en suka kollus rendía más que la semilla del productor en suka kollus o que la semilla certificada en condiciones de pampa. Esto sugiere que un cambio tecnológico que combine adecuadamente tecnologías tradicionales con tecnologías modernas puede ser más viable. En todo caso, el productor suele estar más interesado en los rendimientos o mejora de sus retornos netos que en el tipo de semilla empleado, o en el tipo y origen de las diferentes tecnologías a su alcance.

Probablemente, un acercamiento más pragmático a la relación entre cambio tecnológico y la gestión de riesgos a nivel predial sea el de analizar sus implicaciones caso por caso. En este sentido tal vez sería prudente establecer donde se cumplen las siguientes tipologías:

a) casos en que la tecnología mejorada supera a la tecnología tradicional,

b) casos en que la tecnología tradicional responde mejor,

c) casos en que no existen diferencias notables, y

d) casos en que ambos tipos de tecnologías actúan sinérgicamente.

Un aspecto crítico a averiguar es si los productores tienen conocimiento pleno del uso de las tecnologías tradicionales y/o mejoradas y si pueden decidir correctamente sobre su empleo, considerando las características específicas de sus predios. Es posible que una gran parte de los problemas de deterioro de los recursos naturales del altiplano norte se deba más al empleo incorrecto de tecnologías, que a las características de las tecnologías en sí.

El cambio tecnológico también puede incidir en la gestión comunal de riesgos mediante la implementación de servicios de información meteorológica. Las estaciones meteorológicas automatizadas que cuentan con interfase a sistemas de información geográfica, a imágenes satelitales, y que emplean modelos numéricos atmosféricos sofisticados para la predicción de corto plazo de las condiciones agrometeorológicas más probables, podrían constituirse en una herramienta importante de la gestión comunal de riesgos. Sin embargo, el elevado costo de este tipo de tecnologías provoca que estos instrumentos estén ausentes en la mayor parte del altiplano norte.

Nuevamente, la posibilidad de procesar estadísticamente la información de los bioindicadores, llegando a construir una interfase con un sistema de información geográfica, podría ser una salida más pragmática y de bajo costo para las condiciones del altiplano norte. Esto plantea algunos desafíos:

a) Contar con varios observadores locales de bioindicadores con puntos de observación ubicados adecuadamente en el territorio de la comunidad, de manera de poder generar series de datos temporal y espacialmente distribuidos, que faciliten la implementación de modelos geográficos.

b) Determinar correlaciones significativas entre los pronósticos de bioindicadores específicos y el comportamiento real de las condiciones agrometeorológicas.

c) Seleccionar y priorizar los bioindicadores por características deseables, como la precisión de las observaciones, su rango de variación, su facilidad de medición, etc.

d) Generar modelos numéricos espaciales empleando los mejores bioindicadores y proceder a su validación en otras comunidades, con diferentes tipos de suelos, topografía y condiciones de humedad.

Se espera que el uso de mapas en la gestión comunal de riesgos apoye el proceso de planificación y de toma de decisiones de las organizaciones comunitarias, considerando las especificidades agrológicas de los sitios de producción y las condiciones meteorológicas esperadas para el año agrícola.

6. Gestión de los riesgos de mercado

La apertura comercial de Bolivia y de las regiones en el país, influye fuertemente en la volatilidad de los precios de los productos agrícolas del altiplano norte. Por ejemplo, los precios de la papa fresca y de sus derivados deshidratados -chuño y tunta- en La Paz, están relacionados con los precios de estos productos en el mercado peruano de la sierra y en los valles de Bolivia, siendo muy frecuente encontrar alimentos de origen peruano o cochabambino en los mercados mayoristas y minoristas de La Paz y el Alto. El gobierno nacional y departamental no maneja políticas de soporte de precios, permitiendo que la demanda y la oferta libre regulen los niveles de precios de los productos agrícolas, que además son introducidos sin control al país, por lo que sus fluctuaciones dependen más de los volúmenes cosechados tanto en las diferentes regiones de Bolivia como en los países vecinos.

Los productores del altiplano norte cuentan con varios mecanismos tradicionales para enfrentar los riesgos de mercado. Por ejemplo, cuando existe un exceso de cosecha de papa, tienden a elaborar una mayor cantidad de chuño o tunta que puede ser almacenada para ser vendida cuando los precios mejoren, o para vender pequeñas cantidades de productos durante el año, generando una corriente permanente de ingresos para satisfacer las necesidades cotidianas de los productores. Asimismo, muchos productores poseen un capital social que involucra a comerciantes mayoristas y minoristas, de manera que amplían su poder de negociación de precios a cambio de ofrecerles una fidelidad de más largo plazo en la oferta de productos. Algunas comunidades todavía practican relaciones comerciales basadas en el trueque de productos, las cuales son menos afectadas por las variaciones de precios. Por el lado de las microfinanzas, existen varios mecanismos que podrían adecuarse a las necesidades de los productores del altiplano norte, existiendo muchas oportunidades para la innovación microfinanciera.

La agricultura de contrato se adecua a la producción de granos andinos y probablemente a la producción de papa para chuño y/o tunta. Se necesita involucrar a un procesador que provea semillas y asistencia técnica, mientras que los productores proveen la tierra y el trabajo para el cuidado de los cultivos. Las especificaciones contractuales de la agricultura de contrato son flexibles y normalmente se acuerda la adquisición del producto por parte del procesador a un precio predeterminado. En el sector lechero del altiplano norte, se cuenta con una larga experiencia en este tipo de contratos para la comercialización de leche fresca. En los mercados de futuros, se suscriben contratos entre un comprador y un productor en los que se acuerda anticipadamente un precio predeterminado para el producto, en base a las expectativas de ambos, de manera que se procura revertir la incertidumbre de precios al momento de la cosecha. La aplicación de estas innovaciones podría mejorar con la presencia de productores, transformadores, acopiadores y comerciantes mayoristas y minoristas en plataformas de coordinación y de promoción de productos andinos.

7. El seguro agrario en el altiplano norte

El altiplano norte es una región que no ha sido beneficiada con servicios de seguro agrario privado, debido a los elevados costos operativos de los sistemas convencionales, que no logran adecuarse a las características de los productores (la finca del productor es demasiado pequeña y diversificada, por lo que los costos de transacción son elevados) y por las dificultades que encontraron diferentes entidades microfinancieras en la región (el altiplano boliviano se caracteriza por una elevada conflictividad social que genera fallos institucionales e incertidumbre para las entidades microfinancieras, dificultando una cobertura adecuada de servicios). Por este motivo, el seguro agrario para el altiplano norte es concebido como un instrumento que busca transferir la parte incontrolable de los riesgos de la producción agrícola a los mercados financieros, mediante el pago de una prima, como parte de una gestión de riesgos agrícolas que también involucra medidas y prácticas en el ámbito no financiero. Por lo tanto, la propuesta de implementar seguro agrario es parte de un sistema de gestión de riesgos más amplio, bajo un enfoque integral, en el que el seguro se constituye en una reserva financiera para indemnizar a los productores por pérdidas de cosechas provocadas por amenazas naturales que sobrepasan su capacidad de respuesta.

Es deseable que el seguro agrario esté combinado con otros servicios microfinancieros al productor, de manera que los riesgos financieros estén mejor distribuidos. La construcción de una propuesta de seguro agrario para el altiplano norte plantea el desafío de operar más en la prevención de daños -pagando primas ex ante, y mucho menos en acciones ex post, lo que presenta un potencial para fortalecer procesos sostenibles de desarrollo rural. Sin embargo, esta perspectiva plantea el desafío de diseñar una propuesta de seguro agrario que incorpore incentivos para minimizar el riesgo moral e incrementar la productividad por parte de los productores.

La institucionalización de un seguro agrario con las características descritas tiene además un potencial interesante para regular y canalizar la ayuda de emergencia gubernamental o internacional en años que se presentan desastres naturales muy severos, evitando costos de transacción demasiado elevados, corrupción o la presencia de polizones. En general, se puede postular que el seguro agrario del altiplano norte debería operar en base a arreglos contractuales privados para cubrir riesgos normales de producción y mercado, contando con el sector público como último recurso, solo para los casos en que la magnitud de los desastres naturales sobrepase la capacidad de actuación del sector privado. Viendo la necesidad de aplicar tecnologías de seguros de más bajo costo de operación que el seguro convencional, se ha trabajado en un diseño que opera en base a la actuación de líderes productivos locales activos en varias comunidades del altiplano norte. Estos actores locales, los yapuchiris, tienen la ventaja de compatibilizar su presencia con criterios socioculturales de fuerte arraigo en la región del altiplano norte, y generan los incentivos necesarios para empujar la productividad hacia delante. Este diseño se ha denominado seguro agrario por el método de la parcela testigo y tiene las siguientes ventajas:

a) costos accesibles, porque es operado por los líderes productivos locales (el yapuchiri testigo y el yapuchiri perito);

b) incentiva el cambio tecnológico, porque el yapuchiri testigo exhibe una tecnología intermedia en la producción de la parcela testigo que puede ser adoptada por los productores en la zona homogénea donde se ubica la parcela testigo, y

c) reduce el riesgo moral a un nivel aceptable, debido a una articulación de roles de actores que proveen diferentes niveles de control.

miércoles, 24 de marzo de 2010

LA INVESTIGACION E INNOVACION PARTICIPATIVA EN LA AGRICULTURA


Desde hace más de medio siglo atrás, el desarrollo agrícola en la mayor parte de los países en desarrollo fue impulsado mediante la aplicación del modelo de transferencia de tecnología. Según este modelo, el proceso de incorporación de nuevos conocimientos, prácticas y tecnologías para mejorar la producción agrícola estaba basado en un sistema burocrático conformado por investigadores, extensionistas y agricultores. Los investigadores definían inicialmente las necesidades de los productores, y a veces les consultaban, para establecer un programa de investigación en estaciones experimentales que les permitían efectuar experimentos controlados. Posteriormente, informaban de sus hallazgos a los extensionistas, técnicos encargados de transferir las nuevas tecnologías a los agricultores. Los agricultores eran capacitados en las nuevas tecnologías por los técnicos extensionistas, esperando que las adopten. Los impactos de este tipo de investigación fueron escasos para los agricultores con menores recursos, aunque hay que reconocer que tuvo éxito para agricultores con mejor acceso a factores de producción. En Bolivia, el modelo de transferencia de tecnología fue impulsado por el Servicio Interamericano de Agricultura, el Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria (IBTA), y en sus inicios por el Centro de Investigación de Agricultura Tropical (CIAT), que después desarrolló un proceso importante de investigación participativa en las tierras bajas.

Los fracasos en la adopción de los paquetes tecnológicos entre los agricultores pobres eran justificados por el atraso e ignorancia de los agricultores (Selener 1997) Los informes y evaluaciones que hacían referencia a las deficiencias de los agricultores, eventualmente eran desconocidos por éstos, aunque en muchos casos eran consultados para preparar los informes. Por este motivo, el cuestionamiento al modelo en sí provino con más fuerza de parte de la comunidad de donantes y no de las asociaciones de productores. Los donantes empezaron a impacientarse por el elevado costo de los sistemas de investigación agrícola y los escasos logros en la superación de las condiciones de pobreza de los agricultores de la mayor parte de los países en desarrollo.

Por su lado, desde hace más de dos décadas se ha iniciado en el mundo entero un proceso amplio y marcado por mucha creatividad, para promover la investigación participativa, es decir acercar la práctica de innovación de los productores a las propuestas de los investigadores formales y viceversa, generando un diálogo rico en contenido y más abierto en métodos de trabajo. De acuerdo con el contexto en que se implementaron, las propuestas de investigación participativa tuvieron características y formas bastante particulares, pero en conjunto dan coherencia a una nueva forma de entender la investigación y enfrentar sus retos en la actualidad.

A fin de realizar una investigación con los agricultores, en lugar de una para los agricultores, las instituciones líderes se han visto forzadas a modificar sustancialmente su visión, sus estructuras, funciones y responsabilidades (Gonsalves et al 2006) Asimismo, las personas involucradas en la investigación, muchas veces tuvieron que pasar por un proceso de des-aprendizaje científico e ideológico para poder asumir los desafíos conceptuales que conlleva la investigación participativa, como marco amplio que da lugar al temas más específicos, como la innovación participativa.

La investigación participativa en sus diferentes modalidades metodológicas, ha demostrado que los cambios propuestos conducen al empoderamiento de las comunidades locales; con ello generan una acción política que en muchos casos se inserta en una corriente ideológica que puede o no ser apoyada por las fuerzas políticas de gobiernos locales, regionales o nacionales. Tal vez el punto más importante de este empoderamiento es que se crean condiciones para generar agendas de investigación legítimas, es decir permiten establecer objetivos y metas de investigación que emergen de la gente y proponen la búsqueda de soluciones a asuntos estratégicos para romper el círculo vicioso de la pobreza o la escasa productividad. La probabilidad de que los resultados de la investigación sean aplicados por los agricultores es mayor cuando ellos han sido involucrados en el proceso. Es más, las instituciones deberían asumir tareas de apoyo respetando las agendas de investigación local, a fin de arribar a resultados válidos.

Por lo tanto, se puede definir la investigación participativa como un conjunto de enfoques metodológicos caracterizados por un proceso cíclico de investigación, reflexión y acción, que busca con diferentes énfasis, el involucramiento de las poblaciones locales en el diseño de las investigaciones y ensayos de campo, el acopio de información, el análisis de datos y la toma de decisiones para la acción de cambio y desarrollo. Por su parte, la innovación participativa parte de la perspectiva de que los sistemas naturales y sociales se encuentran en un cambio permanente, generando constantemente nuevas necesidades y/o dificultades para las personas. La innovación participativa surge a partir de ideas creativas que las personas se plantean para resolver sus necesidades o superar las dificultades y su desarrollo. Una innovación puede provenir de los resultados de investigaciones formales, pero no necesariamente es así, ya que se define como una aplicación del conocimiento para lograr resultados deseados, a veces este conocimiento proviene de la experiencia de los productores. La innovación no significa lo mismo que invención, esta última es un proceso que culmina con la creación de nuevo conocimiento mientras que la innovación está relacionada con el uso del conocimiento de una manera ingeniosa y útil. En realidad, el éxito de una innovación no es medido por su novedad o su contenido científico, sino por la manera en que los usuarios perciben su funcionamiento y utilidad.

1 Características principales de la investigación participativa

Las diversas experiencias metodológicas sobre investigación participativa convergen en varios componentes y características que podríamos denominar típicos de estos procesos.

a) La meta principal de la investigación participativa es desarrollar soluciones apropiadas a las necesidades de los agricultores.

Los agricultores enfrentan un rango de problemas productivos que van desde el acceso a insumos para la producción y mercados para sus excedentes, hasta las necesidades de conservación de la calidad de la base de los recursos productivos, o cómo enfrentar un ambiente de riesgos del entorno biofísico y socioeconómico. No requieren solamente tecnologías apropiadas, sino soluciones apropiadas a problemas multidimensionales que en lo cotidiano, consisten en prácticas productivas mejoradas y formas sencillas, pero diferentes de hacer las cosas. Normalmente, la investigación participativa se realiza mediante ensayos sencillos en las parcelas de los agricultores para poder observar las diferencias entre dos o más soluciones propuestas a alguna necesidad concreta. La investigación participativa está asociada a un proceso educativo en el ámbito no formal, para garantizar un flujo constante de soluciones a necesidades cambiantes por parte de los agricultores.

b) Los agricultores son protagonistas del proceso de investigación participativa.

Las experiencias previas de investigación participativa muestran diversos grados de involucramiento de los agricultores. En la práctica, lo más importante es que los agricultores tengan la oportunidad de realizar una reflexión profunda sobre las limitaciones de su producción y los caminos posibles para resolverlas. A partir de esta reflexión deben tomar una decisión sobre los aspectos o temas que quisieran desarrollar, sin importar que para criterio del investigador puedan parecer triviales, ya que siempre existirá la oportunidad de volver a reflexionar en el futuro sobre lo actuado y la manera de ajustar o rectificar las acciones emprendidas. Cuando los productores toman decisiones de investigación realmente triviales, como pretender investigar asuntos para los cuales ya existe evidencia suficiente, el rol del técnico es entregarles mayor información para que reflexionen nuevamente sobre su decisión y puedan optar por otros caminos. Si insisten en su decisión, hay que evaluar el costo e inversión de recursos que representará la investigación trivial. Si no es muy costosa, a veces es mejor que los agricultores cometan un pequeño error, para que extraigan aprendizajes del mismo, ya que de otra manera no tomarán partido sobre la investigación.

Los técnicos e investigadores de las instituciones tienen un rol facilitador y asesor en la investigación participativa. Su rol facilitador se expresa en la aplicación de metodologías de reflexión que abre un espacio de discusión amplio y participativo para todos los agricultores y los miembros de sus familias. Normalmente la facilitación reflexiva tiene lugar en talleres donde asisten los agricultores interesados. El técnico facilitador actúa promoviendo la discusión de temas de interés, modera y eventualmente arbitra entre posiciones encontradas, procurando que los participantes arriben a conclusiones que les permitan decidir sobre las acciones a realizar. El papel del técnico asesor es el de colocar a disposición de los agricultores información relevante que coadyuve con la planificación y ejecución de la investigación, el análisis de datos y la difusión o socialización de los resultados.

c) La investigación participativa opera con conocimiento local ancestral y/o tradicional, como punto de partida.

En todas las comunidades agrícolas del mundo existe un cuerpo de conocimiento local compartido socialmente y que tiene su origen en la acumulación de experiencias durante un lapso de tiempo largo, normalmente por varias generaciones y que da respuestas o soluciones a necesidades concretas. Normalmente este conocimiento es práctico, integral y con frecuencia, sostenible. Es un conocimiento integral que conjuga la producción agrícola con otros temas de la vida comunitaria, como la salud, las creencias religiosas y la cultura.

En muchas comunidades agrícolas de Bolivia, un componente esencial del conocimiento local es la herencia ancestral legada por las culturas pre-hispánicas. Para arrancar un programa de investigación participativa en este tipo de comunidades, es importante realizar un inventario de las tecnologías pre-hispánicas que todavía están en uso y de aquellas que fueron abandonadas. También es necesario reflexionar con la comunidad las razones por las que todavía se usan unas tecnologías y porqué se abandonaron otras, lo que puede dar luces para interpretar la manera en que los cambios del entorno socioeconómico y biofísico están afectando la viabilidad del desarrollo agrícola. Por ejemplo, la rehabilitación de los sistemas de andenería, cuyas ruinas son parte del paisaje en las comunidades de la provincia Manco Capac de La Paz, es en la actualidad difícil o inviable, debido a la dificultad que enfrentan las organizaciones comunitarias para desplegar trabajos comunales de largo aliento. No obstante, la revalorización del conocimiento ancestral en la investigación participativa aporta una dimensión psicosocial importante, ya que los agricultores se sienten identificados con su historia, perciben que su saber vale y que su autoestima mejora (Morales 2002)

Sin embargo, la investigación participativa no debe perpetuar la revalorización del conocimiento local. El conocimiento local pre-existente es un punto de partida importante, pero luego la investigación participativa se debe contextualizar a las necesidades de desarrollo de los agricultores, dejando abierta la posibilidad de incorporar otros conocimientos y tecnologías modernas al proceso, con la finalidad de que los agricultores puedan empezar a buscar un desarrollo sostenible con crecimiento económico. La diferencia con el sistema convencional de investigación radica en que mediante la investigación participativa, las tecnologías modernas son incorporadas por los agricultores según sus necesidades y con un enfoque más integral. Como primer ejemplo de lo que no es correcto hacer, se puede citar el hecho de basar los resultados de una propuesta de desarrollo solamente en la recuperación y revalorización de tecnologías ancestrales, porque cuando los agricultores hayan investigado toda su herencia ancestral creerán erróneamente haber resuelto todos sus problemas, lo que significaría negar la evolución permanente de los sistemas sociales y naturales. Como segundo ejemplo, se puede mencionar la dotación de maquinaria agrícola moderna a agricultores minifundiarios del altiplano norte, sin tomar en consideración si están suficientemente entrenados para emplear esta maquinaria de manera adecuada o si la misma engrana correctamente con sus condiciones productivas. Un impacto directo de estas políticas, es la habilitación agrícola de tierras frágiles dedicadas anteriormente al pastoreo, que ya muestran indicios de degradación después de unos pocos ciclos productivos.

d) La investigación participativa tiene una perspectiva sistémica e integral.

Cuando se empiezan a tender puentes entre el conocimiento científico convencional y el conocimiento local de los agricultores, se percibe inmediatamente que estos últimos tienen dificultades para comprender la razón de ser de la especialización disciplinaria de los científicos, y de qué manera un solo científico podría apoyarles a montar su proceso de investigación participativa, cuando las necesidades apuntan frecuentemente a varias disciplinas. Por ejemplo, uno de los predictores meteorológicos tradicionales que emplean los agricultores del altiplano norte, es la observación de la actitud de los toros en las corridas de toros que se organizan con motivo de las fiestas patronales. Para un especialista en plagas agrícolas, esta observación podría hacer poco sentido, en cambio un etólogo especializado en bovinos podría encontrar elementos relevantes en esta observación. Por su parte, el agricultor observa el sistema de producción desde una perspectiva sistémica y puede usar la información proveniente de los predictores en la toma de decisiones dentro del proceso productivo, lo que difícilmente será comprendido a cabalidad por un investigador disciplinario, debido a sus propias limitaciones de conocimientos.

Por este motivo y dado que no es posible contar con equipos multidisciplinarios en todas las comunidades que realizan investigación participativa, al menos se debería buscar una colaboración interdisciplinaria a partir de las necesidades planteadas en las agendas de investigación que emergen de las comunidades.

Al implementar sistemas agroecológicos, los agricultores encuentran ventajas en las interacciones entre cultivos y entre éstos con los recursos y condiciones del agroecosistema, lo que les lleva a generar sistemas agrícolas sumamente sofisticados. La investigación participativa requerida para mejorar o potenciar el desempeño de este tipo de sistemas productivos suele ser más compleja de lo que puede parecer a simple vista, por lo que se hace necesario profundizar en el desarrollo de métodos sencillos de investigación científica para tomar en cuenta la complejidad inherente a dichos sistemas.

e) La investigación participativa es un espacio de innovación metodológica e instrumental de los agricultores e investigadores

El proceso de investigación participativa desata una serie de motivaciones y actitudes por parte de los actores involucrados. Los agricultores suelen valorar más la investigación porque les abre una oportunidad de educación y de acceso a información nueva que les comunica con el mundo exterior. A veces surgen problemas al tratar de que agricultores muchas veces analfabetos elaboren planillas de datos, realicen mediciones o efectúen análisis sencillos. La actitud creativa e innovadora que desata un proceso de investigación participativa genera casi siempre muchas más experiencias de las que se previó inicialmente. Surgen métodos gráficos para realizar conteos, planillas simplificadas para uso por agricultores analfabetos, análisis de suelos y aguas sencillos con medios a la mano, como botellas de plástico y reactivos químicos existentes en las farmacias locales. La observación de plantas y animales silvestres como indicadores de condiciones y características del agroecosistema, logra dar información relevante casi de tan buen nivel como lo haría un laboratorio de análisis ambiental. Estos nuevos métodos son rápidamente asumidos por los agricultores, porque son diseñados en colaboración con ellos y rescatando sus propias ideas. Por otro lado, cuando un agricultor se encuentra motivado por el trabajo de investigación participativa, a veces decide alfabetizarse por la necesidad de acceder a textos escritos.

Los investigadores también encuentran varias motivaciones para la innovación metodológica y para entrenarse en otras metodologías. Ya no basta con el análisis de varianza, ahora hay que aprender a usar tablas de contingencia para analizar los datos provenientes de conteos categóricos, e incluso explorar el empleo de regresiones logísticas, lo que a su vez tiene consecuencias en el diseño de los ensayos. También emergen necesidades nuevas que podrían desafiar a un investigador disciplinario, como el aprendizaje de la lengua, cambio de hábitos alimentarios y una actitud abierta hacia la cultura y religión local.

2 La capacidad de los agricultores para la experimentación

A la llegada de los españoles a la región andina, ya existían sistemas agrícolas sofisticados que operaban sobre la base de una cantidad importante de recursos genéticos domesticados y mejorados localmente, así como una base tecnológica y capacidades de innovación que les permitía no solamente resolver sus necesidades alimentarias básicas, sino que podían manipular los recursos genéticos para satisfacer gustos y preferencias específicas. Gracias a este proceso precolombino de investigación, el mundo consume hoy alimentos como la papa, el maíz, el tomate, el chocolate y el maní, solo para citar algunos ejemplos. El hecho de que los españoles, a su llegada a la región andina, no comprendieran cabalmente la cantidad de conocimiento científico incorporado en la agricultura de laderas de esta región, no es otra cosa que una prueba de las limitaciones de los diferentes sistemas de conocimientos para comprender a otros sistemas.

Existen todavía muchas dudas sobre la organización y operación de los sistemas institucionales prehispánicos de investigación que dieron lugar a un acervo tan amplio de conocimiento y recursos agronómicos. Lo que se sabe con certeza es que las culturas andinas, al carecer de un sistema de escritura, suplían la necesidad de comunicar sus hallazgos y su conocimiento a través de la comunicación oral, transmitiendo sus habilidades y destrezas agrícolas de padres a hijos. Generación tras generación, estos conocimientos eran mejorados, añadiendo cada vez nuevos elementos que les permitían, con mayor o menor éxito, adecuarse a los cambios del entorno socioeconómico. Esta habilidad experimental se ha mantenido hasta la actualidad. Por este motivo, los éxitos tecnológicos de mayor impacto que han producido los científicos, se deben a que emplearon la capacidad experimental de los agricultores (Gonsalves et al 2006) La evidencia muestra que, independientemente de comprender cómo funciona la innovación y difusión de resultados útiles, ésta funciona cuando sirve para resolver necesidades de los agricultores.

Se dice que la investigación que realizan los agricultores es informal, debido a que no operan con el método científico. Esta afirmación tiene varias connotaciones:

a) El método informal de investigación carece de un dispositivo para medir y separar la variabilidad aleatoria de los experimentos. Por este motivo, tienen mayor éxito las innovaciones en las que la diferencia con el testigo es muy notoria. Los resultados de este tipo de investigaciones carecen de una formulación de la probabilidad de error del tipo I o II y dificultan la toma de decisiones, o pueden dar lugar a decisiones erróneas, especialmente cuando las diferencias entre tratamientos son pequeñas y pueden deberse al error aleatorio. Es posible que debido a esta deficiencia, muchos agricultores hayan dejado de confiar en su capacidad de experimentación.

b) La habilidad de observación que desarrollan los agricultores en su finca, es una fortaleza de la experimentación campesina. Pueden tener dificultades para asumir la “cultura del dato”, es decir, habituarse a anotar sistemáticamente las mediciones realizadas (Villarreal 2000), pero eso no impide que la observación que realizan en el transcurso de su experimentación les permita asociar mentalmente una serie de covariables que un investigador convencional normalmente dejaría pasar por alto. Como resultado, realizan un análisis exquisito del experimento, aunque sin una especificación de probabilidades.

c) Los agricultores están abiertos a probar todo tipo de ideas por absurdas o arbitrarias que puedan parecer desde un punto de vista teórico, sin necesidad de explicitar una hipótesis de trabajo, aunque eso no quiere decir que carezcan de hipótesis previas a la experimentación. Con frecuencia, los agricultores han desarrollado un elevado sentido de intuición, que compensa su falta de acceso a información científica. Esta habilidad de los agricultores experimentadores se debe en parte a que manejan un paradigma integral orientado a operar más con la resiliencia de su sistema productivo, que solamente a obtener cosechas abundantes o muchos excedentes para el mercado. A veces esta habilidad integral puede entrar en conflicto con la especialidad del investigador convencional y dar lugar a una ruptura de la comunicación, en especial si alguna de las partes adolece de “parálisis paradigmática” (ver por ejemplo, MBRP 2004) Probablemente, la principal fortaleza del criterio de integralidad de los agricultores, que les guía en la selección de alternativas y experimentos, es la utilidad práctica de la experimentación para resolver necesidades cotidianas.

d) El método de investigación informal consiste en la realización de pruebas o ensayos sobre la base de ideas nuevas, para ver si resultan o no. Se suele decir que este método es uno de prueba-error, prueba-éxito-selección; cuando la prueba falla, se asume que la idea nueva está equivocada, es inconsistente o requiere una mejor especificación. Si se puede corregir las deficiencias de la idea nueva se la vuelve a probar, o se buscan alternativas hasta tener éxito con alguna de las pruebas. Si éstas pasan por una validación individual o social (comunitaria), son adoptadas y pasan a formar parte del conocimiento del agricultor. La investigación informal tiene varios problemas, por ejemplo, la fuente de inspiración de las nuevas ideas a probar puede provenir de observaciones agudas sobre la operación del sistema productivo, pero también de mitos, creencias o supersticiones. No existen filtros adecuados para seleccionar las ideas nuevas que serán probadas, pero sí se percibe un criterio de priorización a partir de necesidades sentidas. Se podría criticar la falta de un proceso de planificación sistemático para la prueba de nuevas ideas, pero probablemente ésta sea una apreciación incorrecta, ya que los agricultores tienden a planear todas sus acciones meticulosamente, aunque no formulen sus planes por escrito. En la investigación informal no se emplean los principios de los diseños experimentales. La experiencia de trabajo en el altiplano, muestra que cuesta mucho convencer a los agricultores experimentadores acerca de la necesidad de incorporar testigos en las parcelas, para contrastar el resultado de la prueba de la práctica nueva con los de la práctica anterior.

Con todas estas limitaciones y características de la investigación informal, es innegable que ésta es una práctica corriente en la mayor parte de las comunidades de agricultores. En cada comunidad siempre es posible encontrar a algunos agricultores experimentadores, que mantienen un proceso vivo de experimentación e innovación. No está muy claro cuáles son los incentivos, además del altruismo y la curiosidad, para que estos experimentadores mantengan el proceso, ya que a veces incurren en gastos que pueden considerarse sustanciales si se toma en cuenta su escala de producción. Tampoco se sabe muy bien cómo los resultados de investigación pasan a ser luego de propiedad común. El agricultor experimentador normalmente no comercializa sus hallazgos ni suele estar muy interesado en difundirlos; con frecuencia retiene el conocimiento en su finca y no lo socializa con sus vecinos. Sin embargo, se sabe que cuando este conocimiento es difundido con amplitud, la comunidad tiende a superar más rápidamente las dificultades productivas que experimentaba.

3 Tipos y enfoques de investigación participativa con los agricultores

Para clasificar los diferentes enfoques de la investigación participativa se necesita primero analizar los atributos o parámetros que describen y diferencian los diferentes enfoques de investigación. Probst y Hagmann (2003) consideran necesario analizar los siguientes atributos:

  • Supuestos epistemológicos, valores y creencias.
  • Objetivos de la investigación.
  • Tipos de participación.
  • Involucramiento de las contrapartes.
  • Roles de los actores locales y externos.
  • Procesos y procedimientos.
  • Métodos de investigación.

Las dos perspectivas epistemológicas que aparecen vinculadas al debate teórico sobre la investigación participativa son el positivismo y el constructivismo. El positivismo busca generar un conocimiento exacto, racional, libre de valores y culturalmente neutral acerca del mundo, empleando la evidencia empírica directa que puede ser observada y medida a través de métodos científicos. En contraposición, el constructivismo refuta la noción de objetividad y de la existencia del verdadero conocimiento; en cambio, plantea que a través de los procesos de comunicación y aprendizaje, los diferentes grupos sociales desarrollan un sistema inter-subjetivo de conceptos, creencias, normas sociales, que se constituyen en la realidad del grupo. El constructivismo se relaciona con la denominada neurociencia, en la medida en que esta última incorpora el lenguaje como descriptor y creador de la realidad. Tanto el positivismo como el constructivismo tienen implicaciones importantes al momento de construir un enfoque de investigación agrícola: uno puede optar por transferir el conocimiento desarrollado por agentes externos, o puede asumir que este conocimiento sólo puede ser generado como resultado de la interacción y aprendizaje conjunto entre los diferentes actores. También se puede creer que las innovaciones se pueden difundir fácilmente, dado que se basan en consideraciones causales y racionales, que tienen la misma relevancia para todos los usuarios; o desde otra óptica, que éstas ingresarán en entornos sociales y biofísicos diversos y complejos, donde se probará su capacidad de adaptación a diferentes situaciones.

Para definir los objetivos de la investigación, se debe partir de los desafíos a enfrentar y de las condiciones socioeconómicas y ambientales del contexto. La investigación contribuye al desarrollo cuando se armoniza con otras dimensiones de este proceso. Una cuestión central radica en quienes son los actores que definen estos objetivos, si los actores locales o los externos.

Los tipos de participación hacen referencia a la apropiación del proceso y de los resultados. Un elemento central en la investigación participativa es el proceso de interacción entre los actores locales y externos para generar conjuntamente las innovaciones. Probst y Hagmann (2003) proponen la siguiente clasificación de la participación, según el grado de involucramiento y control sobre las decisiones por parte de los actores:

  • Participación contractual. Ocurre cuando uno de los actores es dueño de la investigación y contrata los servicios de otros actores.
  • Participación consultiva. Cuando uno de los actores todavía mantiene el poder de tomar las decisiones más importantes, pero está abierto a consultas con los otros actores para identificar oportunidades o restricciones.
  • Participación colaborativa. Cuando los diferentes actores comparten la toma de decisiones y enfatizan su relacionamiento, mediante el intercambio de conocimientos y contribuciones al proceso de investigación.
  • Participación colegiada. Cuando diferentes actores operan en calidad de colegas, socios o contrapartes; comparten las responsabilidades y toman decisiones por acuerdos y consensos.

Según los intereses de los agricultores y las instituciones de desarrollo, ya sean éstas públicas o privadas, White (1996) plantea cuatro formas de participación:

  • Nominal
  • Instrumental
  • Representativa
  • Transformadora

La participación nominal tiene lugar cuando las instituciones buscan legitimarse, mostrando que “están haciendo algo” y que tienen una “base popular”; los agricultores participantes encuentran una oportunidad de inclusión. La participación instrumental busca una eficiencia de costos por el lado institucional y es percibida como una forma de acceso a beneficios o bienes por parte de los agricultores. La participación representativa busca asegurar la sostenibilidad de las acciones, el apalancamiento de procesos y recursos locales, y es considerada como una oportunidad para que los agricultores expresen sus intereses propios. La participación transformadora conduce a los agricultores a una toma de conciencia de la necesidad de emprender procesos de cambio, los empodera y promueve una participación política de base con una visión y plan de acción común.

Los resultados de la investigación participativa dependen del tipo de actores involucrados y cómo se relacionan unos a otros. La manera en que estos actores son seleccionados influye fuertemente en la posterior utilidad que le asignen de los resultados de la investigación. Los criterios de selección pueden ser de: a) eficiencia, buscando a los actores mejor adiestrados, b) una autoselección de los participantes, ya sea por el grado de confianza, conocimiento mutuo o amistad, c) una selección comunitaria según turnos o listas, especialmente vigente en la región andina. Los dos últimos criterios de selección generalmente tienen un mayor riesgo de sesgo de seleccionar inadecuadamente a los actores de la investigación participativa.

La cantidad de actores que pueden participar en una investigación participativa se suele agrupar en actores locales (clientes, beneficiarios, usuarios, grupos meta, contrapartes) y actores externos (ofertantes de servicios, facilitadores, consultores, socios) Los roles de estos actores deben ser acordados y coordinados adecuadamente para evitar confusiones.

Los procesos y procedimientos de la investigación participativa describen la manera en que se hacen las cosas a medida que progresa la investigación. Los procedimientos pueden ser: de arriba-abajo, de abajo-arriba y horizontales. Los procesos pueden ser lineales o iterativos, dependiendo del estilo de planificación (riguroso o flexible) y los roles asumidos por los actores (estático o reflexivo)

Los métodos de investigación pueden ser aquellos que se emplean en la investigación formal (ver por ejemplo Hernández 2003) y de experimentación informal por los agricultores. Asimismo, podrían tener un enfoque reduccionista buscando establecer relaciones causales entre distintos elementos y/o eventos, o basarse en un enfoque sistémico.

Gonsalves et al (2006) mencionan cuatro categorías de investigación, de acuerdo con el grado de control y manejo ejercido por los agricultores o investigadores:

  • Ensayos en finca manejados por el investigador.
  • Ensayos en finca manejados por un investigador con perspectiva consultiva.
  • Investigación participativa colaborativa entre agricultor e investigador.
  • Investigación participativa administrada por el agricultor.

Solamente las dos últimas categorías son consideradas genuinamente como investigación participativa, debido a que en éstas, los agricultores asumen roles definitorios sobre las investigaciones, su conducción exitosa y la apropiación de los resultados. También se debe mencionar que las diferentes experiencias de investigación agrícola que involucran la participación de los agricultores, pueden agruparse en mayor o menor medida dentro de estas cuatro categorías.

Por su parte, Probst y Hagmann (2003) sugieren tres tipos de acercamientos típicos al desarrollo de innovaciones como un marco para analizar los enfoques participativos:

  • La transferencia de tecnología,
  • “El agricultor primero”, y
  • El aprendizaje participativo y la investigación en acción

La transferencia de tecnología es un enfoque positivista, lineal y centrado en el desarrollo de tecnologías que incluye a tres actores: los investigadores formales responsables de proveer resultados válidos de investigación científica, los extensionistas que se encargan de transferir el mensaje a los agricultores, los que tienen el rol de adoptar o rechazar las innovaciones propuestas. La investigación se divide en las categorías: básica, estratégica, aplicada y adaptativa, reflejando en esencia la manera en que este enfoque considera la innovación como resultado del proceso lineal de aplicar el conocimiento científico en la práctica. El enfoque de transferencia de tecnología funciona mejor en condiciones relativamente homogéneas y de bajo riesgo, pero tiene efectos limitados con agricultores que viven en condiciones altamente variables y que tienen escaso control sobre las condiciones de cultivo. Este enfoque es considerado a veces como la antítesis de la investigación participativa, pero tal apreciación no es del todo correcta, ya que los matices de las diferentes experiencias de investigación participativa, muestran que el enfoque de transferencia de tecnología no ha sido del todo desechado, sino asimilado en un proceso más amplio. Por su parte, muchos de los sistemas convencionales de investigación que todavía operan en varias regiones del mundo, han incorporado enfoques participativos en su operación.

El enfoque de “el agricultor primero” es en realidad una familia de enfoques cuyo denominador común es el énfasis puesto en la participación de los agricultores en la generación, prueba y evaluación de las tecnologías para promover una agricultura sostenible. Su objetivo principal reside en la generación y adopción de tecnologías apropiadas nuevas, que ayuden a los agricultores de escasos recursos a resolver limitaciones productivas para que mejoren la productividad de la finca y aumenten sus ingresos. En esta familia de enfoques metodológicos se encuentran, entre otros: “del agricultor al agricultor”, “de campesino a campesino”, la investigación participativa con agricultores y el modelo del agricultor primero y último. Una característica de estos enfoques es que el paradigma positivista todavía prevalece, lo que influye para mirar el conocimiento local como una masa relativamente homogénea, lista para ser asimilada y usada por otros agricultores. Los científicos se ocupan de recolectar la información, documentar el conocimiento local, comunicar opciones tecnológicas y operar la investigación. Los agricultores se constituyen en informantes, y eventualmente les toca contribuir en la planificación de la investigación y operar ensayos en sus fincas.

El aprendizaje participativo y la investigación en acción es un enfoque que busca la construcción de conocimiento a través de la reflexión crítica y el aprendizaje experimental o empírico, generado al actuar sobre las condiciones de la vida real, en procura de transformarla. Es una forma colaborativa de investigación y educación entre agricultores y otros actores del desarrollo para probar nuevas ideas e implementar acciones que contribuyen a cambios y mejoras de los procesos productivos y socioeconómicos. Su principal característica radica en que los actores de la investigación, son los mismos que pondrán en práctica los resultados y podrán evaluar la calidad del proceso investigativo, haciéndolo cada vez más eficiente. En el contexto rural de Bolivia, la implementación adecuada de este enfoque tiene potencial para proveer las siguientes ventajas:

a) Permitiría encarar un proceso de desarrollo rural sostenible, garantizando un cambio de actitud de posiciones asistenciales a una de convencimiento de que el desarrollo es posible y está en manos de los actores, con lo que mejoraría la autoestima de los agricultores y les permitiría encarar un proyecto de desarrollo legítimo.

b) Abriría un camino metodológico adecuado para encarar procesos acelerados de cambio del contexto natural y social, tales como cambios climáticos, ciclos económicos y otros. En especial, este enfoque facilita el camino para construir un proceso de manejo adaptativo, mediante la implementación de un instrumento participativo de monitoreo y evaluación, para integrar la investigación a los esfuerzos de desarrollo.

c) Contribuiría a generar conocimiento científico aplicado, coadyuvando a resolver la necesidad de desarrollar una posición científica boliviana para enfrentar el proceso de desarrollo nacional. Este enfoque opera con una perspectiva constructivista, es decir coloca en un nivel equivalente el conocimiento tradicional y ancestral con el conocimiento científico, permitiendo explorar cambios en sistemas productivos complejos

Finalmente, la presencia de diferentes actores en los procesos de investigación agrícola plantea la necesidad de integrar las diferentes visiones y enfoques en modelos específicos para cada sitio, tomando en cuenta el interés y la presencia de instituciones. Los enfoques colaborativos tienen mayor potencial de tener éxito, cuando los diferentes actores deciden interactuar y aportar a la construcción de un plan de acción común. Biggs (1989) propuso el modelo de fuente múltiple de innovación y muestra evidencia sobre el éxito de la acción coordinada de entidades gubernamentales, no gubernamentales y organizaciones de agricultores.

4 La extensión agrícola en el ámbito de la investigación participativa

La extensión agrícola puede ser definida como un sistema educativo no formal que actúa en las comunidades rurales con el objeto de que los agricultores comprendan y dominen el proceso de toma de decisiones y dispongan de información actualizada, facilitando el desarrollo de una agricultura sostenible y una mejora de su calidad de vida (Ramsay 1997) Este concepto amplio de la extensión agrícola contrasta con la visión más restringida, paternalista y tecnocrática de la asistencia técnica, cuyo fin es solucionar problemas productivos mediante la entrega al agricultor de información técnica oportuna o la dotación de tecnologías.

Para Ramsay (1997), la extensión agrícola sostiene los siguientes principios fundamentales:

a) El desarrollo de los seres humanos se logra mediante la educación.

b) El desarrollo de los individuos se logra por medio del perfeccionamiento de las cosas.

c) La extensión es un sistema democrático basado en la amplia participación.

d) La extensión agrícola es una función del estado, en la que el gobierno y la sociedad civil comparten responsabilidades.

e) El trabajo de extensión debe ser universal, permanente, para todos, en todas partes y en todo tiempo.

f) Los métodos de extensión se adaptan a las condiciones de la gente y del medio.

g) El trabajo de extensión se inicia con las necesidades sentidas o los intereses de la gente. A medida que se avanza en el proceso educativo se incorporan otras necesidades.

h) El programa de extensión se realiza con personal seleccionado, competente y comprometido.

i) Para realizar la labor de extensión es necesario conocer y ser sensible a las diferencias culturales de los grupos rurales.

j) La coordinación y la cooperación son indispensables para el desarrollo local.

Los modelos institucionales de operación de servicios de extensión agrícola pueden ser: privados (incluyendo organizaciones de agricultores y ONGs), universitarios y gubernamentales. En Latinoamérica se puede encontrar una cantidad enorme de experiencias de extensión agrícola que involucran diferentes grados de participación de los agricultores y entidades privadas. Prácticamente ya no existen sistemas de extensión operados exclusivamente por entidades gubernamentales. Bolivia contó con servicios de extensión gubernamentales, tanto a escala nacional como regional y local. A consecuencia de las políticas de ajuste estructural, los programas e iniciativas de extensión fueron abandonados por el Estado, dejándose actuar en este ámbito a diferentes organizaciones no gubernamentales e iniciativas privadas. El riesgo de la ausencia de participación de las entidades públicas en la extensión agrícola radica en que los actores privados podrían conducir a los agricultores hacia formas no sostenibles de producción, generando en el mediano y largo plazo problemas de deterioro ambiental y de incremento de los niveles de pobreza rural.

Los diferentes sistemas de extensión incorporaron criterios de participación de manera más lenta que en la investigación participativa. Esto probablemente se debe a que los procesos de extensión suelen ser vistos y analizados desde la perspectiva del modelo de transferencia de tecnología, que les asigna a los técnicos extensionistas el rol de comunicación de los resultados de investigaciones y más específicamente de la difusión de tecnologías a los agricultores. Particularmente, las iniciativas de mayor interés que surgieron en torno a la extensión agrícola fueron la extensión participativa y la extensión “de campesino a campesino”. La extensión agrícola participativa surge de una diversidad de enfoques y experiencias que buscan involucrar a los productores en una parte del proceso de comunicación y difusión de tecnologías, así como establecer procesos de aprendizaje social que convierta paulatinamente a los agricultores de usuarios o beneficiarios de la extensión, en expertos capaces de interactuar con otros actores (Leeuwis y Pyburn 2002) Por su parte, el proceso de extensión “de campesino a campesino” busca un empoderamiento de los agricultores para que la difusión y aprendizaje de conocimientos los conduzca a fortalecer sus sistemas productivos y les permita tomar decisiones inteligentes sobre el empleo adecuado de sus recursos y el dominio e invención de tecnologías adecuadas a sus necesidades.

Los cambios del entorno biofísico y del ámbito socioeconómico se han venido acelerando en las áreas rurales durante los últimos años y han acrecentado la demanda por apoyo técnico, que no siempre coincide con las políticas y regionalización de los proyectos capaces de brindar estos servicios. La mayor parte de los países latinoamericanos reconoce que el flujo de conocimientos hacia la agricultura es esencial, si se desea que este sector tenga un rol importante en el crecimiento económico regional (McMahon y Nielson 1998) Es importante aprender de las experiencias institucionales de la extensión agrícola, para capitalizar los aprendizajes en nuevas propuestas organizacionales. La reingeniería de la organización de la extensión agrícola es todavía una tarea pendiente que debe centrarse en temas sensibles, tales como la definición de objetivos realizables en función de las políticas gubernamentales sobre desarrollo agrario, debe además considerar la participación protagónica de los productores en la definición de los esquemas organizacionales y operativos, así como en las estrategias de gestión y difusión de conocimiento relevante que conduzca a amplificar los impactos mientras se mantienen costos bajos de implementación.

Por ejemplo, los yapuchiris son un grupo de productores líderes que suplen la demanda por asistencia técnica a las comunidades del altiplano norte donde existen asociaciones comunales socias de una organización asociativa que aglutina a productores en suka kollus - la UNAPA (Unión de Asociaciones de Productores Agropecuarios del altiplano). Estos servicios son valorados por su oportunidad, coherencia, bajo costo y su apertura a la búsqueda conjunta de soluciones. Los servicios de asistencia técnica que brindan los yapuchiris están empezando a convertirse gradualmente en una verdadera propuesta de extensión agropecuaria, con el énfasis puesto en la educación no formal de los agricultores y en la creación de capacidades suficientemente flexibles para enfrentar los nuevos retos ante potenciales cambios climáticos, la modernización de la agricultura y la mayor apertura a los mercados de excedentes. El potencial de este nuevo enfoque de encarar la extensión agrícola es elevado y compatible con la operación de sistemas agroecológicos. Resulta necesario que los agricultores de escasos recursos tengan oportunidades equitativas para acceder a la información y conocimientos necesarios, que les permita competir en el mercado y contribuir al crecimiento económico nacional (McMahon y Nielson 1998) Un servicio de extensión operado por yapuchiris y agricultores de vocación de otras regiones del país, tiene el potencial de reducir las burocracias centralizadas que carecen de relevancia en la actualidad y puede poner en manos de los agricultores el poder del conocimiento y la información para que los empleen en la construcción de procesos productivos viables.

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