domingo, 23 de enero de 2011

HACIA UNA SOCIOLOGIA DE LA SOSTENIBILIDAD AGRICOLA

La sostenibilidad es un concepto que de manera recurrente pasa de ser una fuerte preocupación a un elemento deseable dentro de la implementación de políticas públicas, así como en la planificación e implementación de proyectos de investigación y acciones de promoción del desarrollo rural en general. Sin embargo, la existencia de problemas productivos y la degradación ambiental acelerada que experimentan las áreas rurales del país, demuestran que los esfuerzos de casi tres décadas para promover la agricultura sostenible no han surtido efectos satisfactorios. A pesar de algunos logros parciales, la depredación del medio ambiente para optimizar los rendimientos económicos en el corto plazo es todavía el paradigma dominante. La contaminación del aire, del agua, la destrucción de hábitats, la erosión de suelos y la pérdida de recursos de biodiversidad son los resultados adversos que acompañan de manera inseparable a la producción de alimentos. Existe la necesidad imperativa de que la promoción de la agricultura sostenible vuelva a ser inscrita en la agenda de desarrollo, esta vez a la luz de los aprendizajes desarrollados de manera fragmentada en diferentes regiones del país.

Uno de los aprendizajes de mayor relevancia radica en cómo se logra articular y balancear la perspectiva tecnológica con un proceso de negociación social que refleje las condiciones sociales de los productores y sus relaciones de poder. Para construir una propuesta sólida de agricultura sostenible, se requiere dejar de enfocarse tanto en los objetos –las tecnologías- y centrar la atención en los sujetos –los productores-. Probablemente Bolivia sea uno de los países latinoamericanos donde se ha desarrollado mayores contribuciones a la innovación social en el ámbito rural, pero quizás a causa de ese compromiso haya sido más difícil establecer los equilibrios necesarios. La ideología tiende a sesgar las propuestas de desarrollo, sesgando con niebla de romanticismo la vista de los investigadores al confrontarse con la realidad. Es cierto que existen prácticas comunitarias interesantes e importantes para la agricultura sostenible, pero también hay que reconocer que la mayor parte de las veces dichas prácticas están fragmentadas o debilitadas desde dentro de las comunidades, tal vez debido a la actitud natural de los seres humanos de buscar el progreso y la mejora continua. La actitud emprendedora de muchos productores rurales los hizo aceptar el paradigma de la economía occidental convencional, y actúan en consecuencia. Existe la necesidad de volver a explorar la relación entre las actitudes de los productores y sus prácticas productivas, describir los diferentes paradigmas de sostenibilidad, construir modelos de adopción de prácticas sostenibles y analizar las consecuencias sociales de la aplicación de políticas públicas para la promoción de la agricultura sostenible.

1. El punto de partida

Hasta el presente la agricultura mundial ha tenido éxito en proveer suficientes alimentos a una población creciente, aunque persisten áreas geográficas donde prevalece la hambruna y desnutrición. La producción de alimentos en Bolivia debe ampliarse para atender las necesidades alimentarias de una población creciente; existe un riesgo más o menos acentuado de que  en el futuro próximo el país no llegue a producir suficientes alimentos para las necesidades de su población. El desarrollo agrícola debería lograrse con un crecimiento planificado de la frontera agrícola y una intensificación adecuada de las tierras en actual producción. La intensificación desde la perspectiva de la agricultura sostenible radica en el aprovechamiento óptimo de los ciclos de recursos y las relaciones de colaboración y competencia entre las poblaciones de las diversas especies que interactúan en los agroecosistemas. A esto se añaden los relativamente nuevos desafíos vinculados al cambio climático y el reemplazo del uso de combustibles fósiles con energías renovables.

En el plano conceptual, la sostenibilidad en la agricultura ha emergido como un paradigma que ha cambiado nuestra comprensión de la producción agrícola, cuestionándonos seriamente la manera convencional en que hemos aprendido a resolver los problemas y las necesidades de los cultivos. La agricultura moderna, de elevado consumo de insumos externos y que alguna vez se perfiló como un enfoque prometedor, hoy se considera como algo totalmente insostenible por la degradación ecológica que conlleva. La agricultura moderna ha disminuido la importancia de la agricultura campesina, es decir aquella agricultura practicada por familias de pequeños productores y que en Bolivia se constituye en una forma de vida, con sistemas sociales, culturales y políticos intrincadamente asociados a la producción. En este contexto, han surgido dudas acerca de que si la agricultura moderna podrá incrementar la productividad alimentaria para cubrir las demandas futuras. Un paradigma diferente representado por los seguidores de la agricultura sostenible, se encuentra en una situación privilegiada en esta discusión, ya que es afín al fortalecimiento de los sistemas de agricultura campesina del país y al mismo tiempo se plantea con mucha seriedad la construcción de la sosteniblidad.

Para constituir un marco conceptual hacia una sociología de la agricultura sostenible, habría que empezar por la definición de agricultura convencional, agricultura campesina y agricultura ecológica y la manera en que estas tres formas de hacer agricultura se vinculan y contribuyen a la construcción de una agricultura sostenible.

La agricultura es una actividad humana para la producción de alimentos y otros bienes mediante el uso deliberado y controlado de plantas y animales domésticos. Como tal implica formas complejas y heterogéneas de relacionamiento de las personas con el agroecosistema, relacionamiento determinado por el entorno social, cultural y económico en que viven estas personas y que junto al conjunto de creencias que comparten, constituye su visión del mundo o su cosmovisión.

-          La agricultura convencional se basa en un paradigma científico y tecnológico derivado de la tradición positivista dominante en el mundo occidental, que esencialmente considera la naturaleza como una máquina que puede desmontarse en sus partes integrantes y cuyos procesos pueden ser domesticados, operando sobre sus componentes clave. Su representación en el país es el monocultivo altamente homogéneo a una escala mediana (hasta una hectárea) o grande (más de 1 hectárea).
-          La agricultura campesina es una forma de vida de personas que han vivido durante generaciones en un territorio determinado y como resultado han aprendido a producir los alimentos necesarios con un enfoque holístico y en el que se juntan las subjetividades culturales con la realidad objetiva de los recursos naturales. En la agricultura campesina se puede evidenciar una co-evolución de los sistemas sociales y ecológicos, haciéndose interdependientes y con ello, rescilentes. Este tipo de agricultura se presenta en huertos familiares, sistemas de agricultura en parches en el altiplano y pequeñas parcelas hortícolas en los valles, pudiendo ser diversificadas.
-          La agricultura ecológica es una aplicación de la ciencia agroecológica que busca incorporar conceptos de las ciencias ecológicas en la agricultura y la preocupación por la construcción de un diálogo de saberes locales y convencionales. Como resultado, produce alimentos con elevada calidad biológica y asume la responsabilidad por la calidad medioambiental y social. En el campo su elemento primordial es la constatación de una elevada diversificación de cultivos compartiendo un mismo nicho ecológico, en el que saca provecho a los ciclos de recursos y a las relaciones de complementariedad y competencia entre poblaciones bióticas. En Bolivia, la ley 3525 del 2006 promueve este tipo de agricultura.

Estas tres formas de hacer agricultura conviven actualmente en el país y eventualmente se confrontan en un afán por hacer prevalecer los intereses de las personas y grupos económicos vinculados a cada forma. La agricultura sostenible vendría a ser un paradigma más amplio que busca depurar los elementos más relevantes de las distintas formas de hacer agricultura, para ir seleccionando los mejores desde una perspectiva que busca garantizar la producción y consumo de alimentos por parte de la población presente y genera los mecanismos para que los niveles de producción y la calidad de los alimentos puedan sustentar a las poblaciones crecientes de las generaciones venideras.

En este ámbito, las ciencias sociales analizan la actividad humana reconociendo que la agricultura sostenible tiene una connotación de valores y actitudes definidas por personas. El elemento humano es central para la implementación de la sostenibilidad. Este desafío no es completamente técnico ni racional, sino también está vinculado a las actitudes y conductas personales.  Según la teoría del construccionismo social, nunca podemos conocer verdaderamente la naturaleza, porque nuestra comprensión está determinada por los lentes culturales y sociales a través de los cuales vemos el mundo. Esto no quiere decir que la naturaleza no exista en el mundo real, sino que nuestro conocimiento de ella será siempre parcialmente social. Por este motivo, la percepción de un futuro sostenible puede ser muy diferente para individuos que pertenecen a diferentes grupos sociales. Los imaginarios ambientales son refutados y discutidos,  y pueden considerarse como la manera en que la sociedad construye, interpreta y comunica colectivamente su comprensión de la naturaleza y sus aspiraciones para construir la sostenibilidad.

Muchas investigaciones resaltan la importancia de los factores sociales e institucionales para facilitar la implementación de la agricultura sostenible. Las instituciones locales y la dinámica de los grupos sociales están correlacionadas con esta facilitación. Las plataformas locales enfatizan la toma de decisiones colectiva cuando se trata de promover la sostenibilidad de los ecosistemas. La agricultura sostenible solamente puede ser construida sobre la base de perspectivas diferentes y a través de la interacción de las partes interesadas. La cultura reproduce definitivamente los patrones heterogéneos de la producción agrícola y da sentido y forma a lo local. Existe una tendencia simplista a asumir que la sostenibilidad será alcanzada si se logra que los sistemas productivos sean rentables y beneficien al medio ambiente. En la práctica, es necesario considerar las preocupaciones de los productores respecto a qué producir, cuánto, cómo y para quien.

Muchos productores no integran los aspectos económicos, ecológicos y sociales en un concepto holístico de agricultura sostenible. Estos productores pueden tener una falta de información o estar poco interesados en las dimensiones múltiples de la agricultura sostenible. La dimensión social de la sostenibilidad trata la satisfacción continua de  las necesidades humanas básicas, alimentación y vivienda, así como necesidades sociales y culturales de más alto nivel como seguridad, equidad, libertad, educación, empleo y recreación. La provisión permanente de alimentos seguros y adecuados para cubrir las demandas de la población es uno de los objetivos principales de la agricultura sostenible.

La definición social de la sostenibilidad a menudo incluye la noción de equidad. La equidad intrageneracional se refiere a la distribución equitativa de los beneficios derivados del uso de los recursos y de la actividad productiva entre personas, familias, grupos sociales y regiones. La equidad intergeneracional hace referencia a la protección de los derechos y oportunidades de las generaciones venideras, para que también puedan obtener beneficios de los recursos usados en la actualidad. Los sistemas de producción agrícola que deterioran el medio ambiente se consideran insostenibles porque transfieren a las generaciones venideras costos de producción más elevados y probablemente la imposibilidad de alimentarse adecuadamente.

2. El rol de la sociología en el logro de la agricultura sostenible

Los sociólogos han jugado un rol importante en la emergencia, institucionalización y diseño de las bases de la agricultura sostenible en Bolivia. Muchos sociólogos y antropólogos han contribuido con investigación significativa acerca de la adopción de prácticas conservacionistas, la revalorización de conocimientos ancestrales y tradicionales, la identificación de necesidades de los productores y la implementación de estrategias para la difusión de tecnologías de agricultura sostenible. Estos aportes han evolucionado al punto que actualmente la agricultura sostenible se encuentra en el centro del nuevo contrato social entre agricultura y sociedad.

La sostenibilidad social es la habilidad de mantener valores sociales deseables, tradiciones, instituciones, culturas y otras características sociales. La sostenibilidad como una visión social tiene una aprobación amplia entre los diferentes grupos sociales y posiciones políticas; sin embargo tan pronto como se definan metas programáticas y estrategias de acción social para avanzar en la construcción de la sostenibilidad, los intereses de diversos grupos sociales a veces antagónicos, se opondrán a la propuesta generando conflictos potenciales. Este proceso de negociación es permanente en sociedades democráticas y debe ser entendido y facilitado correctamente por los diferentes operadores políticos.

A pesar de una falta de consenso en la definición de la agricultura sostenible, existen tres elementos que la caracterizan: el mantenimiento de la calidad ambiental, la productividad estable y la aceptabilidad social. Una sociología de la agricultura sostenible debería encarar al menos los siguientes aspectos:

-          Paradigmas empleados para interpretar la sostenibilidad
-          Modelos sociológicos desarrollados para explicar las actitudes y conductas frente a la sostenibilidad
-          Adopción de prácticas de agricultura sostenible
-          Género y agricultura sostenible
-          La alteridad en el desarrollo de la agricultura
-          Evaluación del impacto social de la agricultura sostenible

2.1 Paradigmas empleados para interpretar la sostenibilidad

Un paradigma es un modelo conceptual compartido por un grupo social, que incorpora teoría, conocimiento, valores y en el caso de la agricultura, también tecnologías. Los paradigmas no son estáticos y evolucionan gradualmente, aunque existe entre los grupos sociales una resistencia natural a este cambio.  Existen varias corrientes de pensamiento para interpretar la sostenibilidad en la agricultura. El desarrollo sostenible incorpora la idea de transformar las relaciones entre las personas y entre las personas y la naturaleza, aunque existen tensiones al interior de esta propuesta por el acento puesto en los aspectos ya sea económicos o ecológicos del desarrollo sostenible. Desde el punto de vista económico, se cree que existen posibilidades ilimitadas de sustitución del capital natural por capital construido por los seres humanos; los ecologistas incorporan la idea de la escasez absoluta de capital natural y la existencia de límites reales al crecimiento económico. Otra escuela de pensamiento, que se puede denominar como “eco-protección”, se caracteriza por defender el mantenimiento de la base de los recursos, busca preservar la naturaleza apoyándose fuertemente en las ciencias ecológicas; los eco-proteccionistas enfatizan fuertemente el cambio de actitudes de las personas, la necesidad de limitar el crecimiento poblacional y la redistribución de la riqueza social, mediante reformas a la tenencia de la tierra, redistribución del ingreso y la adopción de tecnologías apropiadas de pequeña escala. En contraste, el paradigma del manejo de los recursos naturales busca optimizar el proceso de desarrollo tomando en consideración los recursos y condiciones existentes, procurando acortar las distancias entre ricos y pobres a través de la promoción de tecnologías limpias y más eficientes.

En cuanto a la sostenibilidad agrícola, prevalecen dos corrientes:

-          Una corriente busca la reconstrucción total del sistema agrícola para incorporar la actividad biológica.
-          La otra corriente plantea la adopción gradual de nuevas tecnologías que mejoren los indicadores de sostenibilidad de los sistemas existentes.

Desde el punto de vista del desarrollo agrícola, también se puede mencionar dos corrientes contrapuestas: la de-modernización y la modernización ecológica. La primera corriente es afín a la eco-protección, mientras que la segunda rompe la idea de que las necesidades ambientales estén en conflicto con la producción agrícola y sostiene que es posible reconciliar el incremento de la productividad agrícola con la resolución de los problemas ambientales, introduciendo criterios ecológicos en el proceso de producción y consumo.

En Latinoamérica también se hace una distinción entre desarrollo sostenible y desarrollo sustentable, alegando que este último término no es una anglicanización, sino que tiene una connotación relacionada con la alimentación y reproducción social y que por lo tanto, su alcance es mayor.

Si bien la discusión acerca de los paradigmas de sostenibilidad no ha sido resuelta, se añade un nuevo elemento de tipo estratégico: la necesidad de un cambio de paradigmas desde uno centrado en los suelos, cultivos y prácticas de cultivo a uno que además visualice los procesos de aprendizaje y conocimiento humano, las instituciones existentes y las necesarias, y que se apoye en- y contribuya a- políticas públicas de sostenibilidad agrícola.

2.2 Modelos sociológicos desarrollados para explicar las actitudes y conductas frente a la sostenibilidad

Las actitudes se definen como la  predisposición de actuar o responder de manera favorable o desfavorable ante un evento, objeto, institución, norma o sujeto. Las actitudes están comandadas por elementos valorativos insertos en la percepción de las personas sobre el mundo que les rodea; son una construcción social en la medida que unas personas influyen en la percepción de otras a través de mecanismos culturales, educativos o normativos. Las actitudes dan origen a una acción, reacción o conducta. Las conductas están correlacionadas con las metas e intenciones de los productores, aunque los elementos de motivación en la conducta están bajo la influencia de muchos otros factores de tipo contextual. Cuando los productores intentan implementar buenas prácticas agrícolas, siempre balancean factores económicos, comerciales, culturales, físicos y ambientales. Su decisión final puede no coincidir con aquella que esperan los académicos que abogan por la sostenibilidad. Por otro lado, los productores pueden estar poco informados sobre la necesidad de construir una agricultura sostenible en su finca y las opciones tecnológicas disponibles, por ejemplo algunos productores todavía creen que el chaqueo en las tierras bajas es una práctica conservacionista y que es necesario labrar con maquinaria agrícola las tierras de pastoreo del altiplano. La personalidad del productor puede influir en su toma de decisiones.

Los valores asociados a la preservación de la naturaleza pueden ser extrínsecos e intrínsecos. El valor extrínseco está vinculado a la satisfacción o utilidad que perciben las personas del uso de la naturaleza. El valor intrínseco existe independientemente de su utilidad o satisfacción para los humanos. Cualquier decisión que se tome sobre el uso de la naturaleza debe considerar estos dos tipos de valores. Los productores normalmente no hacen esta valoración y su toma de decisiones es más creativa que conservacionista; quizás por esta razón creen que la existencia de parques y áreas protegidas no está suficientemente justificada. El contexto social de los productores, como las motivaciones y los valores compartidos, juegan un rol importante en la racionalidad de sus decisiones, dando como resultado una actitud utilitaria frente a la naturaleza. Aunque la cultura local y las prácticas rituales exhiban una forma diferente, el contenido es utilitario.

El marco teórico que explica la relación entre actitudes y conductas de los productores relacionadas con la agricultura sostenible consta de dos tipos de consideraciones:

-          Las  internas, la actitud de los productores hacia la agricultura sostenible está condicionada por sus valores espirituales o religiosos,  su calidad de vida y su percepción acerca de ésta, el acceso a información y conocimiento, sus características personales y las actitudes de los grupos sociales de referencia expresadas en normas de comportamiento comunitario, que en conjunto conforman el sistema de creencias de los productores.
-          Las externas o del contexto tienen que ver con los factores que pueden incentivar o entorpecer la conducta del productor frente a las prácticas de agricultura sostenible, estos factores de control son: (a) el acceso a recursos y (b) la factibilidad de las prácticas de agricultura sostenible. Las conductas no están bajo el control de los productores. Las actitudes están condicionadas por la presión social y las normas subjetivas, mientras que los factores de control facilitan o dificultan la conducta final motivada por la actitud. Por este motivo, mientras más favorable la actitud y la norma subjetiva, en un contexto de factores favorables,  los productores mostrarán conductas positivas frente a la agricultura sostenible, tan pronto como se presente la oportunidad.

Siendo realistas, este modelo explica porqué algunos productores no exhiben conductas sostenibles aún cuando pareciera que su actitud es favorable al cambio. Si no pueden controlar los factores externos o carecen de recursos y se sienten imposibilitados de implementar las prácticas de agricultura sostenible, sencillamente tomarán en cuenta sola las soluciones factibles. Por lo tanto, esperamos encontrar una asociación entre la percepción del productor respecto de sus limitaciones o factores incontrolables y la conducta que exhiben -o las decisiones que tomen-, sin que ésta sea mediada por sus actitudes o las normas subjetivas comunitarias. Los factores económicos, el acceso a los recursos y la factibilidad de las prácticas agrícolas afectan significativamente las conductas de los productores frente a la agricultura sostenible.

2.3 Adopción de prácticas de agricultura sostenible

Una gran cantidad de productores rurales del país ahora está consciente acerca de las consecuencias negativas de los sistemas de agricultura convencional, sin embargo esta comprensión de la problemática no está traducida en una mayor adopción de prácticas agroecológicas. La tasa de adopción de prácticas de agricultura sostenible es aún pequeña y variable según regiones y cultivos. En las zonas altoandinas, el minifundio que continúa año tras año en aumento, provoca una reducción constante de los ingresos de los productores, quienes se ven forzados a realizar esfuerzos adicionales para incrementar la productividad, aún incorporando prácticas depredadoras, como la reducción del período de descanso de la tierra. Si bien este es un caso extremo de sobrevivencia, existe la necesidad de investigar con mayor detalle el problema de la tasa de adopción en otras zonas donde pareciera que no existen presiones sobre el uso de recursos y aún así los productores mantienen prácticas depredadoras. Una entrada para el análisis radica en evaluar los enfoques estratégicos y metodológicos de las entidades de promoción de la agricultura sostenible. Es necesario reconocer que su cobertura es insuficiente tanto geográfica como temáticamente. Desde un punto de vista metodológico, ya se cuenta con avances sustanciales en el acopio y sistematización de buenas prácticas de agricultura sostenible y se tiene una buena base de información. Probablemente sea necesario valorar la estrategia para entender porqué la concientización de los productores acerca de los impactos negativos de sus sistema de producción, como por ejemplo el chaqueo, con la esperanza de lograr un cambio de actitudes y una adopción de las buenas prácticas, que con frecuencia están publicadas con descripciones gráficas exquisitas, no evita que los productores sigan empleando las prácticas depredadoras. De especial interés para construir una sociología de la agricultura sostenible referida a la temática específica de la adopción tecnológica, es formular la pregunta de investigación: ¿porqué existe una baja tasa de adopción tecnológica, a pesar de que los productores: (a) están conscientes de la necesidad de proteger los recursos, (b) consideran que tienen la obligación social de proteger el medio ambiente, (c) tienen actitudes favorables respecto de la conservación del suelo y la biodiversidad, y (d) conocen las prácticas y tecnologías adecuadas? La investigación sobre el proceso de adopción de prácticas de agricultura sostenible es aun fragmentada y poco coordinada en el país. Hay un desbalance entre la investigación sobre buenas prácticas de agricultura sostenible, incluidas aquellas que provienen del conocimiento tradicional, que es relativamente abundante, y la escasa investigación acerca de la estructura de creencias y motivaciones que condicionan las decisiones de los productores para adoptar nuevas prácticas de agricultura sostenible. Las explicaciones centradas en la resistencia al cambio de productores con aversión al riesgo son simplificaciones excesivas para las necesidades actuales. El modelo tradicional de difusión de tecnologías agroecológicas mediante la curva sigmoidal de aprendizaje también parece ser insuficiente. Si bien este modelo de adopción y difusión de tecnologías funciona bien para productores fuertemente vinculados al mercado y para tecnologías convencionales, parece que es incapaz de proveer una explicación razonable cuando se lo aplica al proceso de adopción de prácticas agroecológicas o a la agricultura campesina. Existe la necesidad de explorar nuevas perspectivas para el estudio del proceso de adopción y difusión de prácticas agroecológicas considerando el acceso y la calidad de la información para el productor, su percepción de las innovaciones y los factores institucionales y económicos vinculados al proceso de adopción.

De acuerdo con la teoría clásica de adopción tecnológica, ésta se encuentra vinculada a las características demográficas de los productores y ocurre inicialmente entre los productores jóvenes, entre los mejor educados y entre los que tienen menores restricciones con relación al acceso a recursos. Las innovaciones que están orientadas a proveer beneficios ambientales son esencialmente diferentes de las tecnologías convencionales orientadas a mejorar la productividad o competitividad de la finca. Muchas prácticas agroecológicas están normalmente más vinculadas a la provisión de servicios ambientales que a beneficios directos para el productor, por lo tanto parece que es necesario ajustar las variables explicativas en el modelo de adopción para determinar la significación, intensidad y dirección de los factores actitudinales y demográficos de los productores en la tasa de adopción. Por ejemplo, habría que evaluar si existe realmente una relación inversa entre la edad del productor y su conciencia ambiental, o una relación directa entre su nivel de educación formal y la tasa de adopción de prácticas agroecológicas. Al entender mejor este modelo se podría establecer con mayor certeza una estrategia para desagregar grupos de productores que probablemente tengan mejor respuesta que otros ante las prácticas agroecológicas.

Un supuesto básico en la investigación de sistemas de producción de pequeños productores indica que éstos se comportan de manera racional para el manejo de sus operaciones productivas, incluyendo sus decisiones y elecciones de alternativas tecnológicas. Esto quiere decir que eligen los procesos productivos y las prácticas que mejor se ajusten a la consecución de sus metas productivas, sujetos a las restricciones impuestas por el acceso a recursos y las condicionantes del contexto. En la lucha por garantizar una producción suficiente de alimentos, las necesidades futuras son menos importantes que las necesidades inmediatas. Muchos productores están más interesados por evitar pasar hambre ahora que por ahorrar o invertir para mejorar la productividad de las cosechas futuras. Las prácticas agroecológicas normalmente proveen más beneficios futuros que actuales, por lo que atraerán más a productores menos problematizados con necesidades inmediatas.

La tenencia de la tierra es otro factor a considerar en la relación de los productores con la adopción de prácticas agroecológicas. Pareciera que una institucionalización sólida de la tenencia de la tierra no genera necesariamente una mayor adopción de prácticas agroecológicas, ya que parece depender más de las relaciones específicas entre propiedad privada y comunal, entre la solidez de la norma comunitaria de uso compartido y sostenible de los recursos y las necesidades e intereses individuales o familiares de los productores.

Se cree que las soluciones a los problemas ambientales, económicos y sociales son más de tipo cultural que institucional o tecnológico. La diversidad cultural del país puede ser una oportunidad para encontrar diferentes formas de interacción creativa para diseñar soluciones conducentes a la sostenibilidad agrícola. Pero sin una articulación estratégica, esta misma diversidad puede ocasionar una mayor degradación ambiental.

2.4 Género y agricultura sostenible

Las mujeres ejecutan a nivel mundial la mayor parte del trabajo agrícola. Son las principales protagonistas prácticamente en todos los sistemas agrícolas, aún en los convencionales. Sin embargo este aporte no se refleja necesariamente en el rol de toma de decisiones y en los derechos de propiedad de los recursos. En la agricultura, el ritmo de trabajo está condicionado por los ciclos biológicos de los cultivos y la aparición de condiciones favorables para efectuar las diversas labores agrícolas. Por este motivo, la participación de las mujeres en el trabajo agrícola a veces tiene lugar fuera de los horarios laborales comunes, complejizando su contabilidad y haciéndolo frecuentemente poco visible, o invisible dentro de la finca. En los sistemas de agricultura familiar, la finca como unidad de producción coexiste con el hogar como unidad de reproducción familiar; en este tipo de sistemas el trabajo de la mujer se hace menos visible aún. Quizás por esta razón el impacto y la importancia de las actitudes de las mujeres ante la sostenibilidad agrícola es ignorada la mayor parte de las veces. A nivel de políticas públicas, el reconocimiento de la importancia de garantizar un mayor acceso de las mujeres a los recursos naturales es también débil, a pesar de que existe fuerte evidencia de que la productividad y la sostenibilidad agrícola se incrementan sustancialmente cuando las mujeres tienen acceso garantizado a la tierra y poder de decisión respecto a las elecciones tecnológicas.

Debido a su participación protagónica en los sistemas de agricultura familiar, las mujeres suelen ser las más afectadas por los desastres naturales y por la degradación del medio ambiente, sufriendo emocionalmente sus consecuencias no solamente en lo personal, sino también en su rol de madres y esposas.

La construcción social de género hace una diferenciación en la percepción de los productores de la calidad de vida. Los roles de género tradicionales asignan responsabilidades diferenciadas a los hombres y a las mujeres. Esto ha dado lugar a la aparición de barreras políticas, culturales y económicas que restringen el acceso de las mujeres a los recursos naturales. Por esta razón las mujeres están excluidas con frecuencia de la toma de decisiones también en los ámbitos comunitarios. El bajo nivel educativo de las mujeres probablemente refuerza esta asimetría restringiendo aun más su participación y por lo tanto, se encuentran limitadas para poner en práctica plena sus actitudes hacia la sostenibilidad.

Si se acuerda que el desarrollo agrícola sostenible es vital para la reducción de la pobreza rural y para asegurar el crecimiento económico del país, hay que tomar en cuenta la dimensión integral del desarrollo sostenible que incluye el desarrollo de la sociedad rural incluyendo a las mujeres como sujetos importantes para garantizar no solamente la producción de alimentos, sino también para preservar la calidad ambiental, velar por la salud de la familia y la educación de los niños.

Entender que la visión de las mujeres está más cercana a la naturaleza debido a su capacidad de engendrar a los hijos –el determinismo biológico- es otro elemento para asignar roles de construcción de sostenibilidad a las mujeres. Basándonos en la evidencia empírica, sería más exacto afirmar que las mujeres están más cercanas a la naturaleza debido a su rol de madres y de cuidado del hogar. Las mujeres son las administradoras primarias de los recursos naturales y esta práctica cotidiana les ha otorgado un conocimiento profundo del medio ambiente. La espiritualidad de las mujeres les facilita construir conexiones fuertes entre la armonía de la naturaleza y los valores y creencias al interior de su núcleo familiar.

Es necesario tomar en cuenta que cuando las mujeres –principalmente las jóvenes- adquieren un nivel de educación elevado, ganan independencia económica y participan en la toma de decisiones políticas, sus actitudes ambientales ya no se diferencian mucho de las de los hombres en su misma esfera social y económica. Esto hace suponer que el contexto condiciona en gran parte la actitud ambientalista de las mujeres rurales.

2.5 La alteridad en el desarrollo de la agricultura

En Bolivia más de la mitad de la población se auto-identifica como indígena. Prácticamente en todas las zonas rurales del país predomina un mosaico de nacionalidades indígenas, y los sistemas de agricultura campesina se caracterizan por una gran diversidad de elementos culturales y cosmovisiones, que conviven y persisten aun después del proceso colonizador y republicano, dando como resultado agroecosistemas exuberantes. El enfoque de la alteridad u otredad podría ser útil para examinar la sostenibilidad desde la perspectiva de los pueblos indígenas en la actualidad. Sin embargo, el elemento articulador principal parece ser el análisis histórico.

La historia de la evolución de la agricultura en Bolivia es todavía un área que requiere mayor investigación. Además, esta historia debe ser narrada desde la perspectiva de los diferentes grupos sociales que habitan el país.

En mi interpretación personal, creo que existen conflictos no resueltos entre los diferentes grupos sociales del país desde tiempos prehispánicos, conflictos que fueron distraídos por el arribo de los españoles hace menos de 500 años, uniendo a todos los grupos étnicos bajo una lucha común en contra de los invasores externos. Esta lucha se ha prolongado hasta nuestros días y todavía debe existir una reconciliación interna que permita construir una sociedad sostenible. Se cree que los primeros pobladores se asentaron en Viscachani hace unos 10 mil años y que hace unos 3500 años se establecieron las primeras comunidades tribales en los alrededores del Lago Titicaca, dando origen a la civilización tiwanakota a inicios de nuestra era. La contribución de estas culturas a la agricultura es notable y se les atribuye la domesticación y mejoramiento genético de un conjunto de especies botánicas para fines de alimentación, entre ellas varios de los alimentos principales de la actualidad, como el maíz, la papa, el frijol, el camote, la yuca, la cocoa (chocolate), el maní, el tomate, la papaya, la piña, los pimientos y ajíes, solo para mencionar unos cuantos. El imperio tiwanakota colonizó y conquistó importantes regiones del actual territorio boliviano, habiendo extendido su dominio a los asentamientos de Nazca y Paracas en la costa peruana; su centro, la ciudad de Tiwanaku, que alcanzó a tener en su esplendor una población de alrededor 50 mil habitantes, era gobernada por un emperador sacerdotal encargado de dirigir los rituales y la vida cultural del imperio. Sus aportes tecnológicos, como la aleación de cobre y estaño para producir bronce no superan su tecnología organizacional. A través de la tecnología de los suka kollus para la gestión de los recursos hídricos en micro-cuencas vinculadas a la producción agrícola, podían producir alimentos para alimentar a unas 125 mil personas. En contraste, en la actualidad, en la misma región viven agricultores minifundistas que apenas producen alimentos para unas 7 mil personas. No sorprenden tanto las bases biofísicas de operación de los suka kollus, como la capacidad que tuvieron para organizar sistemas productivos tan complejos en ingeniería social a nivel de micro-cuencas. Replicar esto en la actualidad es prácticamente inviable, como parece ser una posible solución al minifundio. Después de la caída del imperio tiwanakota, la región andina de Bolivia fue poblada por numerosos núcleos poblacionales o reinos descentralizados, conocidos como los señoríos aymaras. Con el tiempo, doce de estos señoríos se hicieron poderosos, pero el señorío Colla llegó a ser el predominante en la región, seguido por el señorío Lupaca. Se cree que uno de los factores importantes en el desarrollo de los señoríos aymaras fue la implantación de una estructura política y socioeconómica dual, con un liderazgo militar centralizado y una gestión local de la producción a través de los ayllus, muchos de ellos localizados en tierras más fértiles a veces alejadas del centro político de los señoríos. Con ello lograban una integración de pisos ecológicos para la producción de alimentos variados y suficientes. Se supone que la ubicación geográfica del señorío Colla, que le permitía dominar las colinas más fértiles al este de los andes, fue una de las causas de su posterior poder político. Alrededor del año 1460, los señoríos aymaras fueron conquistados por los incas, un imperio en expansión agresiva que llegó desde el norte. Este proceso de colonización imperial fue acompañado por cruentas guerras civiles dando como resultado el avasallamiento y desestructuración parcial de los señoríos aymaras por parte de los incas. Muchos historiadores atribuyen el éxito de los incas a supuestas querellas intestinas entre los diferentes señoríos aymaras. Es interesante la hipótesis de que los incas son en realidad descendientes del señorío aymara Lupaca. Por el año 1470, los aymaras que habían sido dispersados en la región, se alzaron en armas contra los incas, impidiendo la consolidación de su poder imperial en el altiplano. Los incas también tenían fuertes problemas internos, la guerra que sostenían entre sí los hermanos gobernantes Huascar y Atahuallpa y que diera lugar al derrocamiento y asesinato de Huascar y miles de sus soldados leales por parte de las tropas de Atahuallpa, les impidió dar una mayor atención a la consolidación de su conquista de los aymaras. Justamente en el climax de estos conflictos internos, el año 1531, Pizarro al mando de 168 aventureros españoles arribó a los andes, extorsionó a Atahuallpa cuyas tropas todavía saboreaban el triunfo sobre Huascar y conquistó el imperio incaico en algo menos de un año. Inmediatamente después, los españoles marcharon contra los aymaras del altiplano, inaugurando el período colonial para el territorio de la actual Bolivia. El dogma central de la mentalidad de los colonizadores europeos fue la creencia de que los aborígenes  eran seres humanos inferiores. La mita y la encomienda fueron unas instituciones coloniales infames basadas en esas ideas, que permitieron a los españoles ejercer control sobre las comunidades originarias, reduciéndolas a una esclavitud total. Las encomiendas eran concesiones territoriales rurales que se asignaban a un encomendero español normalmente dentro de un ayllu, incluyendo la libre disposición del trabajo de sus habitantes. Esta institución colonial derivó en diversas formas de haciendas y latifundios durante la época republicana, esta vez a cargo de los nuevos grupos sociales dominantes, conformados por criollos y mestizos. La agricultura practicada en estos sistemas fue de subsistencia y con muy baja inversión tecnológica, a pesar de algunos esfuerzos para adoptar la agricultura moderna, como ocurría febrilmente en otros países latinoamericanos. Los indígenas conservaron una parte de sus conocimientos agrícolas ancestrales mediante la transmisión oral y parte de sus recursos de germoplasma mediante un manejo celoso de los materiales de siembra, asuntos que con frecuencia pasaban inadvertidos para los españoles, en parte debido a su ignorancia sobre los conceptos modernos de agrobiodiversidad y manejo de parientes silvestres. La investigación agrícola en Bolivia durante la etapa colonial estuvo vinculada a expediciones científicas extranjeras al territorio nacional en busca de especies vegetales útiles. Desde aquellas épocas era común que especies exóticas de las tierras bajas del país fueran cultivadas en invernaderos privados en Europa. A inicios del siglo XX, con el agotamiento paulatino de los modelos coloniales en el mundo, los países europeos lanzaron iniciativas para fomentar la educación agrícola en las ex colonias, probablemente interesados en mantener a estos países dentro la esfera de su influencia. Bolivia participó en estas iniciativas de manera marginal y recién para después de la Reforma Agraria promovió la creación de institutos de investigación agrícola y empezó a aprovechar de las posibilidades de formación de recursos humanos con grado avanzado en universidades norteamericanas y europeas. A excepción de algunas iniciativas, el país no cuenta con una tradición académica agronómica, por lo tanto la investigación agrícola es débil y no existe una base sólida para implementar un sistema de agricultura convencional en el país.

En mi análisis alterno de la historia del país, creo que si bien los colonizadores sojuzgaron a nuestro pueblo, gran parte de nuestro sufrimiento y pobreza es culpa nuestra. Se debe a nuestra incapacidad de resolver aquello que todavía nos separa y que arrastramos desde antes de la colonización española.

Con todo, la población boliviana es alimentada todavía por los excedentes de la producción de miles de familias de pequeños productores, que con frecuencia están forzados a incurrir en actos heroicos para salvar su producción frente a eventos meteorológicos de riesgo, ataques de plagas y enfermedades, falta de riego e incluso a pesar de políticas públicas que desincentivan la producción y minan la base de los recursos. Probablemente en Bolivia como en ningún otro país latinoamericano, la agricultura campesina o indígena tiene un potencial enorme -todavía por descubrir a cabalidad- para hacer viable la agricultura sostenible, quizás en el marco de un nuevo paradigma que tiene relación con la efervescencia política actual. Sin embargo, la construcción de este nuevo paradigma requiere el trabajo conjunto y creativo de productores y técnicos. La ventana de oportunidad está abierta, pero el riesgo de que la dejemos pasar sin advertirla –por estar ocupados en lamentar nuestro triste destino- es una posibilidad ya recurrente en la historia boliviana.

2.6 Evaluación del impacto social de la agricultura sostenible

La evaluación del impacto social es la estimación de las consecuencias sociales y culturales que tienen la probabilidad de generarse como resultado de la ejecución de proyectos o de la implementación de políticas. Estas consecuencias pueden ser planificadas o espontáneas. Los efectos sociales incluyen la manera e intensidad con que se modifican las formas en que la gente vive, trabaja, se relaciona con otras personas, se organiza para enfrentar sus necesidades materiales y espirituales y en general actúa como miembro de la sociedad. Los efectos culturales tienen que ver con el cambio en las normas, valores y creencias de las personas, cómo varía su auto-percepción y la manera como perciben a la sociedad. También se pueden incluir elementos de género, de pueblos indígenas, salud pública, políticos, psicológicos y de propiedad de los recursos. En el campo de la agricultura sostenible, la evaluación del impacto social es clave para considerar la sostenibilidad social de la agricultura. No existe duda de que la evaluación del impacto social es tan o más importante que la evaluación de las dimensiones biofísica y económica de la agricultura sostenible. La historia de los proyectos de promoción de la agricultura sostenible ejecutados en el país durante las últimas tres décadas puede mostrar cómo se ha construido capacidades humanas y liderazgos, pero también cómo se ha errado, se ha profundizado la conflictividad rural y se ha dado lugar a actitudes negativas.

De los tres objetivos de la agricultura sostenible: eficiencia económica, calidad ambiental y responsabilidad social, sin duda la social es la dimensión más importante. Sin embargo la evaluación de impacto debe integrarse con los otros dos objetivos; la sostenibilidad solamente se asentará en un equilibrio de las tres dimensiones.

3. Conclusiones

La agricultura sostenible no puede ignorar la dimensión humana y la dinámica social como parte central del desarrollo agrícola sostenible. La sociología de la sostenibilidad agrícola tiene el perfil temático para constituirse en una rama de las ciencias sociales y dedicarse a estudiar más a fondo cómo influye la sociedad en la construcción de una agricultura sostenible.

Tiene una entrada a diferentes escuelas de pensamiento acerca de cómo interpretar, comprender y alcanzar la sostenibilidad. El cambio de paradigmas es una necesidad, hay que cambiar la manera en que entendemos la agricultura por otra más compleja e integral.

Explora las relaciones entre las actitudes de los productores con sus prácticas agrícolas. Los sociólogos pueden proveer un marco teórico y modelos empíricos para explicar la relación entre actitudes y comportamientos vinculados a la agricultura sostenible. Estos marcos conceptuales pueden guiar a los agentes de desarrollo e investigadores en el diseño e implementación de nuevas propuestas de agricultura sostenible.

Investiga el potencial de difusión y modelos alternativos de adopción para explicar y predecir la socialización de prácticas de agricultura sostenible. Se tiene evidencia acerca de que las variables culturales, económicas demográficas y actitudinales son importantes para explicar la conducta de los productores con relación a las prácticas agroecológicas, se requiere encontrar modelos más robustos y con una mayor validez.

Contribuye a generar una mayor equidad de género en la agricultura sostenible. La agricultura sostenible familiar es un ámbito en el que no se puede separar la familia del trabajo y es una arena para promover una participación efectiva de las mujeres en la construcción de sostenibilidad. La preocupación de la mujer por el bienestar familiar es una parte clave del concepto de sostenibilidad. Las mujeres no forman un grupo homogéneo, su posición y rol en la construcción de sostenibilidad están determinados por su nivel de participación en el proceso productivo.  Los sociólogos han ayudado a hacer el rol de la mujer más visible.

Permite visualizar los procesos futuros hacia la construcción de la agricultura sostenible tomando en cuenta el análisis de la historia de la agricultura en Bolivia. Esto está vinculado a la agitada historia de la resistencia de los pueblos indígenas en el país ante el poder colonizador. Considerar la perspectiva de los pueblos indígenas, desde su otredad, debe permitirnos avanzar de manera equilibrada dentro la enorme ventana de oportunidad que ha abierto la efervescencia política actual.

Promueve la evaluación del impacto social en la agricultura sostenible como herramienta articuladora de sus tres dimensiones. La evaluación de impacto social sugiere cuáles cambios sociales son probables y que medidas podrían ser necesarias para establecer instituciones sociales de soporte a la agricultura sostenible.