viernes, 15 de julio de 2011

LA GESTION DE LA INFORMACION AGROPECUARIA

Un supuesto clásico afirma que el cambio tecnológico en el sector agropecuario de Bolivia será impulsado por la investigación. Sin embargo, desde hace más de medio siglo, el país ha desplegado enormes esfuerzos en la implementación de sistemas de investigación agropecuaria, a veces con enfoques innovadores como en el caso del SIBTA(Sistema Boliviano de Tecnologías Agropecuarias), pero en general con resultados pobres en cuanto a mejoras de la productividad. Por su parte, las carreras agropecuarias de las universidades del país han generado una importante base de información mediante la elaboración de tesis de grado. Sin embargo esta información se encuentra dispersa, a pesar de que recientemente se ha elaborado una base de datos que ya está a disposición de los usuarios en el IICA (Instituto Interamericano de cooperación para la Agricultura). Un vistazo exploratorio de esta base de datos permite apreciar un comportamiento caótico de la investigación realizada, dejando ver que las universidades públicas o carecen de políticas de investigación, o que si las tienen no responden a necesidades estratégicas, sino a coyunturas. En esa lógica, se puede aventurar la hipótesis que las próximas tesis de grado van a estar focalizadas en los diferentes efectos agropecuarios del cambio climático y que temas de importancia estratégica, como las aplicaciones de la biotecnología al estudio de la agrobiodiversidad boliviana, se van a debilitar aún más.

Si ese es el panorama de la investigación, la figura empeora al observar la parte que corresponde a la aplicación del conocimiento generado por la investigación en los procesos de producción. La conclusión inmediata es que en el país persisten sistemas productivos arcaicos y que la innovación en ellos responde en un 70% a la innovación local realizada por los mismos productores y un 30% a las tecnologías introducidas por las diferentes empresas de provisión de insumos, que a su vez sacan ventaja del denominado “efecto de desborde tecnológico”, mediante el cual los productores bolivianos se benefician de los resultados obtenidos en investigaciones de otros países. Un ejemplo de este efecto es el uso de alfalfa de la variedad “ranger” en el altiplano, aprovechando investigación realizada y financiada por los norteamericanos; ahora que la producción de esta variedad ha sido discontinuada en los Estados Unidos, los productores lecheros del altiplano han enfrentado una crisis de producción forrajera que todavía no ha sido completamente resuelta. La presencia del sector público en la dotación de tecnologías y resultados de investigaciones que tengan aplicabilidad práctica para los agricultores bolivianos es virtualmente inexistente y peor aún, carece de una perspectiva estratégica orientada a promover un cambio tecnológico gradual para construir las bases de la soberanía alimentaria nacional en base a los sistemas productivos que ya están funcionando.

¿Cómo avanzar?

Una primera constatación empírica radica en que no vale la pena seguir apostando a la conformación de un sistema nacional de investigación en el corto plazo. Si los tomadores de decisiones toman las decisiones correctas, este sistema se irá afianzando gradualmente y tal vez empiece a rendir frutos en el mediano y largo plazo, pero no de inmediato.

La segunda constatación –también empírica- es que existe una cantidad enorme de información y hasta bases de conocimientos, que podrían aprovechar los productores para mejorar su productividad y empezar a implementar sistemas agroecológicos.

La gran dificultad con esta información es que se encuentra depositada en diferentes fuentes, algunas de ellas poco accesibles, impidiendo su acceso a los productores que la necesitan. Una variable adicional reside en las características de la interculturalidad boliviana, no todos los productores saben castellano a un nivel adecuado para comprender las especificaciones técnicas del conocimiento disponible. Más aún, la información de mayor valor se encuentra en inglés por la sencilla razón de que los investigadores agropecuarios del mundo han adoptado esta lengua para intercambiar sus conocimientos. Dentro del país, la existencia de varias lenguas y culturas en la actualidad se constituye en una barrera de comunicación, impidiendo la difusión natural de conocimiento útil entre productores pertenecientes a diferentes grupos étnicos, portadores de diferentes lenguas y por lo tanto, cosmovisiones. Sin embargo, se puede afirmar que existen conglomerados de innovación y conocimientos en muchas comunidades rurales del país. Este conocimiento tiene una riqueza y utilidad excepcional para mejorar la producción de alimentos, pero no se difunde por la sencilla razón de que nadie se ha puesto en contacto con estos productores innovadores, no se ha sistematizado su experiencia y no se ha elaborado un protocolo de adaptación y aplicación de estos conocimientos, considerando que es necesario difundirlos en diferentes condiciones agroecológicas

Por lo analizado hasta acá, queda claro que en lugar de concentrar los esfuerzos y recursos solamente en la investigación, necesitamos resolver en el país también la gestión de la información y del conocimiento, de manera que los productores tengan a la mano el conocimiento necesario para mejorar su toma de decisiones a la hora en que necesitan definir qué sembrar, donde sembrar, cuándo sembrar y con qué arreglo tecnológico. Este es el camino para ir avanzando gradualmente hacia una agricultura tecnificada. Es importante mencionar que no importa tanto la escala de la agricultura, esta puede ser de pequeña escala siempre y cuando genere suficiente rentabilidad para las familias de los productores. Lo que sí resulta clave es que las decisiones técnicas a tomar consideren con la mayor seriedad posible las condiciones de sostenibilidad. Por lo tanto, aplicar un enfoque agroecológico es imperativo y de mayor importancia que la escala de la producción. Más que cantidad, el productor debe buscar la producción de valor y calidad biológica, condición necesaria de la soberanía alimentaria. De esta manera, se busca que el productor maximice su rentabilidad, minimizando las exportaciones de nutrientes fuera de la finca. Los pequeños productores agropecuarios que se encuentran ante el dilema del minifundio, pueden encontrar todavía un menú interesante de alternativas tecnológicas para producir y ser rentables (solo a manera de ejemplo, la producción tecnificada de champiñones no requiere demasiado espacio y es una actividad rentable). Si acordamos que estos objetivos están en línea con las aspiraciones de los productores del país, un aporte de parte del sector público que podría impulsar la consolidación de la soberanía alimentaria nacional, radica en implementar una estructura racional de gestión de información productiva con salidas acordes con las características de los diferentes pueblos del país, en los momentos oportunos y en función a una estrategia nacional que busque impulsar la implementación de sistemas agroecológicos. Para apoyar esto existen experiencias valiosas de uso de las actuales tecnologías de información y comunicación - TICs, cuyo acceso y uso está bastante difundido entre los productores bolivianos.

¿Cómo sería este sistema de información agropecuaria?

La gestión de la información agropecuaria consiste en: 1. Una etapa de campo para acopiarla. 2. Una etapa de gabinete para organizarla. 3. Una etapa de campo para validarla. 4. Otra etapa de campo para difundirla y acopiar nuevos hallazgos. En la etapa de gabinete es necesario integrar en una sola base lógica la información acopiada en diferentes fuentes con diferentes formatos. La información duplicada puede removerse fácilmente y la información incompleta puede ser categorizada según niveles de certidumbre. Una acción importante y de elevado impacto es la modelación matemática y simulación a partir de la información disponible para multiplicar en el espacio información que ha sido acopiada en un solo punto (parcela de producción). Las etapas de campo se pueden implementar de manera muy sencilla aplicando diferentes metodologías de investigación y desarrollo participativo.

Es tan simple poner en funcionamiento y operar una base de datos de información agropecuaria, que el público debe preguntarse por qué razón nunca se intentó hacerlo. Una de las posibles explicaciones es que sin el desarrollo tecnológico actual, era poco viable social y económicamente. Hoy como nunca es posible contar con bases de datos relativamente sencillas y de bajo costo, que integran plataformas de información cualitativa, cuantitativa, gráfica, geográfica (o georeferenciada), además pueden colocarse directamente en línea. Se puede desarrollar una cantidad de aplicaciones para las salidas de información, vía telefonía celular, radio, televisión, telecentros rurales y aprovechando las estructuras organizativas existentes en las comunidades de productores rurales. Los líderes productivos locales o “yapuchiris” como se denominan en el altiplano, pueden ser un brazo operativo valioso para la difusión de la información.

martes, 12 de julio de 2011

Notas acerca de los bioindicadores

Hay muchas interacciones entre los componentes bióticos y abióticos de los ecosistemas que determinan la presencia y abundancia de especies específicas en ellos. La población o abundancia de una especie depende de las condiciones abióticas y la presencia de otras especies en su nicho ecológico. Por este motivo, las intervenciones humanas dirigidas al manejo de los ecosistemas o aquellas actividades que los afectan involuntariamente, pueden ser evaluadas mediante un seguimiento a determinados procesos, que será factible en la medida que se identifiquen las especies o los procesos ecológicos adecuados. Conforme nuestro conocimiento científico sobre la ecología boliviana se profundiza, surge la posibilidad real de usar la información generada por los diferentes componentes bióticos presentes en los ecosistemas bolivianos, sean organismos, sus células e inclusive sus componentes sub-celulares en calidad de indicadores acerca de la calidad ambiental, y también para evaluar el impacto de las tensiones ambientales provocadas por las actividades humanas sobre la composición y funcionamiento de los ecosistemas. Si se realizara un monitoreo temporal, la información recolectada a partir de la observación de los bioindicadores permitiría investigar las tendencias de los cambios.

Se abre un campo científico de elevado interés e importancia para el país, porque las modificaciones que sufren actualmente los ecosistemas bolivianos, están conduciendo a una extinción masiva de especies, quizás muchas de ellas desconocidas. La destrucción del medio ambiente en Bolivia está afectando la provisión de servicios ambientales y está generando condiciones de un mayor empobrecimiento para nuestra gente: de la población actual y de las futuras generaciones. Conocer con mayor precisión la intensidad, dirección y velocidad de las modificaciones negativas en nuestros ecosistemas, podría ayudar a concientizar a las autoridades competentes para que decidan tomar algunas medidas. Más importante, podría apoyar en la planificación comunitaria para fortalecer el desarrollo comunitario sostenible.
¿Porqué se justifica el empleo de especies bioindicadoras?

En la naturaleza los organismos, poblaciones y comunidades bióticas son afectados por numerosos factores bióticos y abióticos, como las fluctuaciones climáticas, la variación del ciclo hidrológico, la radiación solar, la disponibilidad de nutrientes, las relaciones predador-presa, los parásitos, las enfermedades y la competencia intra- e interespecífica. Estos factores variables influyen de manera crucial en cada nivel de la organización biológica. En consecuencia, la habilidad para reaccionar ante estos factores es una característica común de todos los sistemas biológicos; el desarrollo de las especies y de los ecosistemas en su conjunto es posible gracias a estos factores variables, porque son el motor de la evolución, siempre y cuando la amplitud de las condiciones y recursos que varían no sobrepase determinados umbrales.

La actividad humana ha provocado cambios en los patrones normales de variación de los factores ambientales. En el medio ambiente existen ahora sustancias nuevas. La atmósfera diáfana de la cuenca de La Paz está ahora opacada por una cantidad de sustancias en suspensión, incluyendo el humo del diesel y otros contaminantes orgánicos e inorgánicos. Estas nuevas sustancias generalmente tienen un efecto multiplicador al ser incorporadas a la dinámica de los sistemas naturales, dando como resultado que el nivel de tolerancia de los organismos pueda ser excedido.

La población boliviana se caracteriza por una cantidad de hábitos de consumo que generan muchos desperdicios y sustancias contaminantes, como la adquisición de vehículos chatarra, ropa usada y tecnologías electrónicas de bajo costo y poco tiempo de vida. Se estima que cada año deforestamos 200 mil hectáreas de bosque primario y quemamos hasta un millón de hectáreas de vegetación secundaria para fines agrícolas. Una cantidad no determinada de hectáreas de tierras agrícolas se desertifica por malas prácticas de manejo, incluyendo la habilitación de áreas de pastoreo ancestrales para fines agrícolas. En algunas cuencas, donde se practica la minería, vertimos cantidades de metales pesados y otros contaminantes a las corrientes de agua. No existe un registro de las especies que estamos afectando, pero la reducción de poblaciones de párabas y otras aves endémicas en el país ya es notoria debido a la destrucción de sus hábitats. No sabemos a ciencia cierta cuántas especies existen en Bolivia, los inventarios apenas llegan a plantas vasculares, mamíferos, reptiles, anfibios y algunos artrópodos. Los verdaderos arquitectos de los ecosistemas, como las bacterias, hongos, protozoarios y la biota pequeña de suelos, pantanos y aguas permanecen prácticamente desconocidos. El año 2010, como resultado del crecimiento del parque automotor “chatarra” y las quemas intencionadas de la vegetación, los bolivianos hemos emitido a la atmósfera tantos gases de efecto invernadero per capita como los Estados Unidos. A este ritmo, estamos creando las condiciones para que las generaciones venideras, nuestros hijos y nietos, vivan en la más abyecta pobreza.

Las tendencias identificadas son esencialmente cualitativas debido a que no contamos con un dispositivo para adquirir información confiable sobre la situación pasada, presente y futura del medio ambiente. El dispositivo clásico de las imágenes obtenidas por sensores remotos, y luego integradas a sistemas de información geográfica, no cubre todo el rango de información necesaria, su adquisición es costosa y normalmente su acceso está restringido al público por parte de las entidades, que paradójicamente las adquieren con recursos públicos.

En este contexto, el empleo de datos provenientes de la lectura de los bioindicadores en la articulación de sistemas de monitoreo, se perfila como un dispositivo para realizar un seguimiento de los cambios ambientales, de los cambios producidos por actividades humanas específicas e incluso para monitorear los impactos de proyectos de desarrollo o de aprovechamiento de los recursos naturales.

Una especie bioindicadora es aquella que reacciona con mucha sensibilidad frente al cambio de alguna característica que observamos, como la temperatura, precipitación, humedad ambiental, concentración de algún contaminante, etc. El mayor desafío radica en demostrar la relación causal entre el comportamiento de la especie y los cambios que tienen lugar en la característica de interés. Para ello existen métodos estadísticos sofisticados. De acuerdo con la escala del saber, los datos e información que podríamos obtener de los bioindicadores están impregnados de cierta subjetividad –como ocurre con todo el saber humano- , de manera creciente según subimos los escalones de esta escala.
Con estas limitaciones, el potencial de uso de los bioindicadores en el país reside en su bajo costo, su facilidad relativa de observación, su vinculación próxima a los saberes tradicionales y la posibilidad de involucrar a los productores como observadores locales, ganando en la adquisición de datos en regiones completas y quizás a nivel nacional.

Sin embargo, hay que resolver antes varios desafíos, empezando por formular conceptos exactos de bioindicador y biomonitor, en relación con su vinculación a las características ambientales que indican y su empleo e interpretación en el marco del programa. Por ejemplo, no es lo mismo observar bioindicadores que predicen el comportamiento meteorológico para generar información para el seguro agrario, que observar bioindicadores para determinar la variación en la concentración de sustancias tóxicas en una corriente de agua. En este último caso pueden presentarse bioindicadores de efecto, que permitirían evaluar los efectos inmediatos de los cambios en la concentración de sustancias tóxicas en el agua y los biomonitores de acumulación que permitirían observar lo que ocurre cuando ciertas sustancias se van acumulando en la cadena trófica.

No obstante, algunos investigadores prefieren distinguir el concepto de bioindicador como un organismo, parte de un organismo o una comunidad de organismos que contiene información cualitativa sobre cierta característica del ambiente, mientras que un biomonitor es un organismo, parte de un organismo o una comunidad de organismos que contiene información sobre los aspectos cuantitativos de la calidad del ambiente. Esto quiere decir que un biomonitor puede ser al mismo tiempo un bioindicador, pero un bioindicador no necesariamente cumple los requisitos para ser considerado un biomonitor.

Un bioindicador o biomonitor es activo cuando la información que genera como reacción a una determinada característica del medio ambiente, ha sido estudiada, caracterizada y estandarizada, incluyendo con frecuencia procedimientos analíticos de laboratorio y periodos precisos de exposición y posterior medición, por lo tanto la mayor parte de las veces estos organismos son colocados en el sitio o medio que se desea evaluar. Un bioindicador o biomonitor pasivo es un organismo que ya existe de manera natural en el ecosistema y solamente se observa su reacción a determinados factores o cambios.
De acuerdo a lo que se observa en estos organismos, existen bioindicadores (a) de procesos de acumulación generalmente para procesos de acumulación de contaminantes o sustancias xenobióticas, y (b) de efecto o impacto para observar los efectos específicos de la exposición a determinadas condiciones o sustancias en términos de cambios en la estructura molecular, celular, histológica, morfológica, ecofisiológica o cambios poblacionales en las comunidades de individuos, e incluso a nivel de biomas o biosfera.

Como nuevos métodos de bioindicación se puede mencionar a:

- Los biomarcadores son parámetros biológicos definidos a nivel genético, enzimático, fisiológico o morfológico al interior de un organismo, los cuales reaccionan o cambian ante determinadas influencias ambientales, como por ejemplo las sustancias contaminantes. Después de la exposición a la influencia ambiental, generalmente se presentan cambios cualitativos, por ejemplo la coloración rojiza que presenta la vegetación cuando existe deficiencia de fósforo soluble en el suelo o el crecimiento desmesurado del follaje cuando las raíces experimentan un exceso de aniones de nitrógeno en la porción de suelo de la rizosfera.
- Los biosensores son dispositivos de medición que producen una señal proporcional a la concentración de sustancias contaminantes mediante algún mecanismo biológico preciso o un sistema selectivo biológico, como reacciones enzimáticas, formación de anticuerpos, reacciones de membranas, modificaciones o excreciones de los organoides celulares, reacciones en las células o tejidos y otros. Estos fenómenos pueden ser detectados y medidos por algún artefacto de transmisión, como los sensores potenciométricos, receptores optoelectrónicos y otros. Por ejemplo, el empleo del electrodo bacterial EuCyano para la detección y medición de concentraciones de metales pesados, el monitor bacterial de toxicidad en corrientes superficiales de agua “Toxiguard”, y otros.
- Los bioensayos son procedimientos rutinarios en la industria farmacéutica para probar los efectos de agentes químicos (nuevos medicamentos) sobre los organismos, tanto en condiciones de laboratorio como de campo, bajo condiciones estandarizadas. Los bioensayos pueden emplearse para proveer datos sobre bioindicación ybiomonitoreo.

Los bioindicadores se han empleado rutinariamente en tópicos de biología de la conservación. Por ejemplo, las taxas indicadoras o indicadores ecológicos, son especies sensibles a procesos de cambio en los ecosistemas o a contaminantes que modifican la composición de la biodiversidad. Estas taxas son consideradas como representativas de comunidades más grandes, actuando como un indicador de la condición de un hábitat, comunidad o ecosistema. Muchas investigaciones sobre biodiversidad recurren a este tipo de especies sustitutas o especies indicadoras de biodiversidad, en especial cuando el grupo de especies de interés presenta complicaciones de identificación o seguimiento.

En el campo de la ecología vegetal se ha aportado a una mejor comprensión de la manera en que hay que entender la reacción de los bioindicadores en relación con su adaptación a los tensores ambientales, para lo que fueron definidos los siguientes conceptos: tolerancia, resistencia y sensibilidad. Tolerancia es la capacidad de un organismo o comunidad de adaptarse a factores bióticos o abióticos desfavorables, a través de cambios fisiológicos adaptativos que pueden ser observados en el campo o en el laboratorio (i.e. la inducción enzimática frente a la baja de temperatura o la reacción de inmunidad a patógenos). La resistencia es una habilidad genética de los organismos para soportar diferentes tensores ambientales o bióticos. La sensibilidad es la susceptibilidad de los organismos al cambio de las condiciones abióticas o bióticas.

La calibración de los bioindicadores es un problema a resolver, debido a que los procesos biológicos subyacentes son complejos y muchas veces siguen una tendencia no lineal. Se ha observado que muchas especies animales y vegetales efectúan una mayor bioacumulación de sustancias contaminantes a bajas concentraciones ambientales, pero ésta disminuye rápidamente conforme aumentan los niveles ambientales; eso puede significar que el segmento de contaminación que realmente interesa conocer sea más difícil de calibrar.