domingo, 21 de octubre de 2012

¿Ecuatoriano o boliviano?

Me fui a entrenar por la mañana y sin casi percatarme me había colocado una polera con una inscripción en el pecho: “Ecuador”. Después de correr por los jardines del sur me encontré con otro corredor que también tomaba aliento y me preguntó si era ecuatoriano. Le dije que no, bueno que la historia era algo más larga. “-Cuéntamela mientras tomamos una coca cola- “ me dijo. “- Lo que pasa es que mi madre ya es anciana y el otro día se fue a hacer compras a La Ceja, en Altunquirimarca, y sufrió una agresión de parte de unos jóvenes que pasaban por el lugar. Patearon al pasar sus bolsas y desparramaron por el piso las verduras y frutas que había comprado. Llegó llorando a la casa y cuando fui a visitarla por la tarde me contó algo que nunca antes me había dicho-” inicié mi relato. Entonces recordé que me dijo que aquella historia se la había relatado mi bisabuelo en el campo y a su vez a él se la habían transmitido sus antepasados. La historia iba más o menos así: “Antes de la llegada de los españoles a nuestro continente, el Inca había visitado el valle que habitaba nuestra gente. Habíamos decidido servir al Inca y nos comprometimos a cumplir su solicitud, pues en aquella ocasión nos había referido la situación difícil que enfrentaba en la región del sur, por los alrededores del lago, donde habitaban unos pueblos violentos y sanguinarios, que vivían permanentemente enfrentados y que si bien habían aceptado la voluntad del Inca para incorporarlos en la unión política, económica, social y cultural que había emprendido, no confiaba plenamente en ellos. Ya en varias ocasiones se habían amotinado en contra de los guardianes e ingenieros del Inca. Por este motivo, el Inca pidió a nuestro pueblo que le otorgáramos un grupo de hombres fuertes y mujeres fértiles para colonizar un territorio al sur del lago, desde donde colaboraríamos mediante la vivencia cotidiana a constituir y consolidar la unidad de los pueblos, influyendo con nuestra cultura de paz para hacer viable el progreso de la región. De esa manera, nuestros ancianos organizaron al grupo que emprendería el éxodo hacia el sur. Seleccionaron a nuestros mejores ingenieros hidráulicos y agrícolas. Cargaron semillas de maíz, papa, oca, papalisa, olluco y varias hortalizas para producir en su nuevo hogar y emprendieron el éxodo. Se asentaron en el lugar acordado y conformaron un ayllu que empezó a ser muy conocido en la región por el sabor agradable de su maíz, aprendimos la lengua de los pueblos rebeldes para compartir con ellos nuestras creencias y canciones, como había sido el deseo del Inca. Lamentablemente pocos años después, cuando llegaron los españoles, los pueblos de los alrededores traicionaron el plan que habíamos urdido para resistir la invasión y se aliaron a los invasores para derrotarnos. El Inca era sabio al habernos pedido colaboración y probablemente habríamos tenido éxito, de no ser por la invasión de los europeos. Posteriormente, los españoles también los esclavizaron a ellos, pero la traición sufrida quedó en la memoria colectiva de nuestro pueblo. No volvimos a nuestra tierra del norte, con el pasar del tiempo logramos afianzar nuestras costumbres y nuestra lengua quechua en la región. Nuestros hijos se arraigaron en el ayllu. Sin embargo, se nos ha venido transmitiendo de manera oral una misión que debemos cumplir algún día: irradiar una cultura de paz y convivencia con los pueblos que nos rodean y con los que en la actualidad hemos construido una interrelación sólida e inseparable”. Mi madre me dijo mirándome a los ojos: “-Si hijo, nuestros antepasados vinieron del Ecuador por encargo del Inca y nuestra tarea no ha sido cumplida todavía en la actual Bolivia. Tú que eres profesional boliviano, conoces sistemas institucionales y vives la vida moderna, podrías hacer algo para que cese la violencia de las pandillas juveniles y en general, contribuir a que salgamos del caos generalizado y corrupción en que está sumida Altunquirimarca”. - Por este motivo no te puedo decir que no tenga algo de ecuatoriano, pero como nací en Bolivia, me considero boliviano- le dije a mi amigo ocasional, mientras pagaba por la coca cola que habíamos bebido y me despedía. “Cuando llegué al país después de graduarme de agrónomo, pensaba que podría aportar a que los bolivianos vivamos de y seamos reconocidos internacionalmente por nuestros alimentos de calidad agroecológica. Pronto me di cuenta que los profesionales no podemos hacer gran cosa, estamos a merced de los políticos y éstos nos han desplazado a un desempleo aberrante”. Reflexioné mientras volvía a mi casa. También recordé mi proyecto revolucionario juvenil: los profesionales somos portadores de conocimiento pero carecemos de la propiedad de los medios de producción, por eso nos constituimos en el verdadero proletariado del siglo XXI y podemos implementar una revolución en la etapa posterior a la toma del poder. Los políticos son los chacales de la revolución, deberían participar solamente para tomar el poder, porque son buenos para eso y luego pasarnos la posta para construir sistemas institucionales sólidos y hacer realidad el desarrollo económico y social. Lamentablemente a los chacales les gustó el poder y decidieron prescindir de la presencia molesta de los técnicos. Me fui a ver “el rey león” con mi hijo, porque una luz de inspiración me impulsó a analizar mejor lo que ocurría en esta película de Disney durante el reinado de las hienas. Qué bien nos conocen los norteamericanos.