lunes, 19 de abril de 2010

Manzana mordida


No sé si existe el olor a manzana mordida, pero para mí es el olor particular que emanaba mi abuela, cuando acompañaba pacientemente mis juegos infantiles en el parque de la plaza de Uyuni. Por muchísimos años, me había olvidado de ese olor particular, hasta que volví a sentirlo emanando de las casas en un barrio viejo de Sucre. Los rostros que ahora veo en la calle me son completamente desconocidos, pero este aroma me hizo sentir en casa, un efecto similar al que me producen los techos de teja española, las paredes blancas y los jardines con pasifloras. Por primera vez hice conciencia plena acerca de la seguridad que me dio el abrazo de mi abuela y su beso cariñoso en la frente cuando -como resultado de una de mis travesuras-, me caí del carrusel del parque. Este recuerdo grato es ahora uno de los mayores tesoros de mi vida, al igual que el olor a manzana mordida.

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