viernes, 17 de febrero de 2012

Bolivia – una potencia exergética

En este artículo se plantea la necesidad de empezar a aprovechar creativamente los recursos del medio ambiente en Bolivia para potenciar el desarrollo.


Como ejemplo, se muestra en la figura una microscopía electrónica por escaneo de un mutante de Alcanivorax borkumensis, bacteria descomponedora de residuos de petróleo. El mutante SK2 de esta bacteria efectúa la sobreproducción de polihidroxialcanoato, un polímero que tiene importantes aplicaciones en medicina para la formación de piel artificial, hilo de sutura, parches cardiovasculares y una infinidad de aplicaciones médicas. Bolivia podría acceder a tecnologías de este tipo si decide emplear creativamente sus recursos de biodiversidad, por ejemplo su riqueza de microorganismos, en su gran mayoría todavía por descubrir.
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Los bolivianos tenemos la dicha de vivir en un país inmensamente rico en recursos naturales. No solamente se trata de la abundancia de hidrocarburos o diferentes minerales, para cuyo aprovechamiento ya contamos con una larga experiencia –con sus propios problemas y desafíos-, también tenemos una dotación enorme de recursos naturales renovables.

El problema principal con los recursos naturales no renovables radica en su dotación finita, es decir que más tarde o más temprano sufrirán un agotamiento total o parcial, dejando de ser una fuente de generación de ingresos. Como alternativa a nuestra tradición de país productor de materias primas se ha planteado la industrialización; sin embargo, si se examina nuestra posición competitiva en el contexto internacional, resulta una tarea muy difícil encontrar rubros industriales en los que exista alguna esperanza de llegar a tener éxito, debido a la intensa competencia entre las industrias. Es necesario aplicar pensamiento lateral a nuestros problemas de desarrollo; la salida no se encuentra en los rubros convencionales sino en encontrar la ventaja comparativa inicial del país con relación al resto del mundo. En este marco, probablemente la verdadera riqueza natural de Bolivia esté asociada a su dotación de recursos naturales renovables y de ciclo. Hasta la actualidad no hemos sido capaces de generar experiencias sólidas de aprovechamiento, pero es evidente que la cantidad y variedad de recursos naturales renovables y de ciclo, nos sitúa en los primeros lugares de las listas mundiales. Somos una potencia planetaria en biodiversidad y agua dulce.

Por lo tanto, ¿no sería una decisión correcta concentrar nuestros esfuerzos en desarrollar este potencial?

La economía ecológica es una disciplina científica que trata de superar la perspectiva economicista del proceso de producción. Estudia la interacción del sistema natural con el sistema económico, poniendo en evidencia el hecho de que los modelos económicos tradicionales ignoran el rol del medio ambiente en la producción. En realidad, la mayor parte de los procesos de aprovechamiento de los recursos naturales bajo un paradigma convencional no ha generado la riqueza que se les atribuye; los países industrializados en general han logrado su bienestar actual mediante la explotación de recursos y la depredación de extensas áreas de los denominados países en desarrollo. Por suerte para nuestro país, la depredación de los recursos naturales renovables que han tenido que soportar los países costeros de Latinoamérica no ha llegado en gran magnitud al nuestro, debido en parte a nuestro enclaustramiento geográfico. Por tradición, nos hemos convertido en proveedor de minerales y otros materiales escasos, pero no fuimos muy interesantes para desarrollar procesos agroindustriales. Por lo tanto, Bolivia se presenta en la actualidad como una potencia exergética.

La exergía es un indicador de la eficiencia energética de un sistema productivo. Este indicador se ha propuesto en la economía ecológica, como una alternativa a medidas económicas más restrictivas, como el costo/beneficio. Se refiere básicamente al potencial de la energía para generar efectos útiles para los seres humanos. Un sistema agrícola en base a un paquete tecnológico vinculado al empleo de agroquímicos, si bien aparenta producir mucho, es deficitario desde un punto de vista exergético, ya que la cantidad de energía que consume es mayor a la energía útil “empaquetada” en la producción. En contraste, un sistema agroecológico o la producción de la agricultura campesina tienden a ser más eficientes debido a que sacan provecho a los procesos naturales de ciclaje de nutrientes, competencia intra e interespecífica y a las relaciones de colaboración entre especies, como la simbiosis. Bolivia es rica en este tipo de sistemas, por cuyo motivo nuestra población está habituada a consumir alimentos de elevada calidad biológica y en una variedad que podría provocar la envidia de la mayor parte de los países industrializados. El problema con nuestra producción alimentaria no reside en la eficiencia energética, sino en la escala y en la escasa articulación de las cadenas productivas. El aumento de escala no significa ampliar la extensión de los monocultivos, ni de pensar mecánicamente en procesos agroindustriales vinculados al empleo de semillas genéticamente modificadas –los cultivos transgénicos-, significa ordenar mejor el uso y la tenencia de la tierra. En el altiplano, el empleo de la tecnología tiwanakota de los suka kollus permitiría producir entre diez a cien veces más que los niveles actuales, pero esto no es viable debido al minifundio; si tan solo las comunidades altiplánicas en las microcuencas se pusieran de acuerdo en restaurar los mecanismos comunitarios de uso de la tierra, la inversión municipal en sistemas de suka kollus en el nivel de microcuencas podría garantizar una elevada producción de alimentos. En los valles y tierras bajas existe una cantidad enorme de posibilidades agroforestales y silvopastoriles para ampliar la escala productiva al estilo boliviano, es decir natural y agroecológico. El mundo empieza a conocernos por estas cualidades y muestra una mayor predisposición de pago por alimentos sanos, exóticos y variados.

La eficiencia exergética de los sistemas productivos bolivianos está vinculada a la posibilidad de producir más valor que cantidad. Es más eficiente en términos económico ecológicos producir frutos exóticos en cincuenta hectáreas, que dedicarlas a la producción de soya transgénica. Al vincular mejor las cadenas productivas, incluyendo proveedores de tecnologías, capacidad de procesamiento postcosecha y focalización en mercados evidentes, se logrará que esa rentabilidad se convierta en mayores ingresos para los productores. Lo más interesante es que la exportación de nutrientes desde esas cincuenta hectáreas se minimizará y los niveles de contaminación se reducirán sustancialmente.

La eficiencia exergética de nuestros sistemas productivos permite prever un proceso de desarrollo de corto plazo (entre dos a tres años). En el mediano y largo plazo, el potencial y las posibilidades se multiplican. El mundo ha vivido desde hace más de veinte años una verdadera revolución científica vinculada a la biotecnología. En nuestro país, las posiciones políticas han reducido la discusión sobre el potencial de la biotecnología a la prohibición del ingreso de semillas de cultivos transgénicos. No obstante, las posibilidades científicas que se abren para alcanzar el “vivir bien” son múltiples. En el marco del respeto a los derechos de la Madre Tierra, sin necesidad de patentar la vida y buscando una distribución equitativa de beneficios, los recursos de la biodiversidad boliviana pueden garantizar el bienestar de las futuras generaciones, generando industrias innovadoras que van a permitir crear empleo de calidad mediante una demanda creciente de técnicos y científicos jóvenes. El ingreso per capita se incrementaría gradualmente por encima de otros países latinoamericanos. La sustentabilidad del aprovechamiento de los recursos y la sostenibilidad institucional pueden asegurarse de manera que nuestro país empiece a vivir realmente bien.

Si ese es el potencial, la pregunta de rigor es ¿por qué razón las autoridades estatales no priorizaron el sector ambiental en el nuevo plan de desarrollo? Una de las causas puede ser que temieron no poder manejar la complejidad de este desafío, entre otras cosas porque resulta difícil visualizar sus resultados. Si otros países latinoamericanos fallaron o experimentaron dificultades para hacerlo, tal vez no consideraron prudente arriesgarse. Sin embargo una explicación plausible para no tomar el riesgo de promover un desarrollo al estilo boliviano, también podría estar vinculada a un fenómeno denominado “parálisis paradigmática” Dado que los decisores de políticas se formaron en universidades que les transmitieron paradigmas, modelos y formas de pensar disciplinarias, difícilmente se saldrán de los moldes convencionales y empezarán a pensar de manera abierta. La parálisis paradigmática es el resultado de recibir una educación superior de tipo conductista, relacionada a la memorización de conceptos antes que a un pensamiento reflexivo centrado en la solución de problemas reales. La actual generación de decisores de políticas públicas en general experimenta esta dificultad y tiene ante sí el desafío de descolonizar sus cerebros, desechar conceptos y prejuicios, empezando a confiar un poco más en su creatividad.


Representación tridimensional de una molécula de ADN. Las posibilidades de la biotecnología para el desarrollo de Bolivia, en el marco del respeto a los Derechos de la Madre Tierra, es enorme y poco conocido por la mayoría de los decisores de políticas públicas.

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